miércoles, 4 de enero de 2012

Kitsune Gyouretsu (狐の行列) en Oji, Kita-ku.



Si kitsune (狐) es zorro y gyouretsu (行列) es procesión, ¿un kitsune no gyouretsu es una procesión de zorros? Con matizaciones, es exactamente así. Si bien el culto a Inari está ampliamente por todo Japón (recordemos que Inari es el dios/a/es de la fertilidad, el arroz, la industria y los zorros, o sea de casi todo lo importante), su fuerza y presencia en Ôji (distrito de Kita en Tokyo) es especialmente intensa. Curiosamente el largo proceso de conversión desde su estatus de área de recreo en las postrimerías de la Era Edo, hasta el carácter suburbial que tiene el barrio en la actualidad, no ha borrado de la memoria colectiva las leyendas que situaban el conciliábulo anual de todos los zorros del Kantô en esta zona del extrarradio del núcleo duro tokiota (y que de manera soberbia representara Utagawa Hiroshige -歌川広重- y que podemos ver a continuación).


Sin embargo, esta procesión cuenta con sólo 20 años de vida, y podemos considerarla una reinterpretación en clave identitaria del folklore local, hasta el punto de hacer al zorro la mascota del distrito de Kita. Aunque la procesión comienza a las 0:00 del día 1 de enero, durante todo el día 31 de diciembre hay diferentes actos de cuentacuentos y maquillaje para los más pequeños. Por suerte, este año he tenido el placer de participar como observador del evento. La organización corre a cuenta de la asociación de comerciantes de Ôji y, como es normal en estos casos, la procesión fue de carácter festivo. Varios grupos de hombres, mujeres y niños (según las asociaciones participantes) disfrazados de distintas épocas históricas y maquillados a la sazón como zorros, cuando no portaban máscaras de tales, deambularon desde el santuario de Shôzoku Inari (装束稲荷) hasta el de Ôji Inari (王子稲荷). Acompañados de música hayashi (囃子), disfrutaban de la admiración de vecinos y visitantes. A su llegada a Ôji Inari, se hizo la correspondiente ceremonia de ofrenda al dios, dando paso a una danza shishi-mai (獅子舞,'danza del león').


El frío no deslució el evento y yo quedé maravillado con la alegría y el ambiente comunitario que se respiraba. Sinceramente, espero poder volver a Tokyo en estas fechas y empaparme de nuevo con esta tradición que, sin ser antigua, destila arraigo.


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