miércoles, 4 de noviembre de 2009

"El poder de los Dogû: Figuras cerámicas del antiguo Japón"

Quisiera comenzar pidiendo disculpas; He dejado abandonado durante demasiado tiempo el blog, y si bien es cierto que ha habido circunstancias que pueden justificar semejante olvido, también es cierto que he dispuesto del tiempo suficiente como para actualizar, aunque fuera muy de vez en cuando. Además querría dar las gracias a todos aquellos que han seguido visitando la pagina, y muy especialmente a aquellos que se han preocupado por mi ausencia (mención especial a Fani, y sobre todo a J-pop).

Solventado este primer punto, y como dirían en mi casa: 'al lío'.

Durante mi expedición londinense, asalté el Museo Británico con ahínco, y entre las distintas colecciones me llevé una agradable sorpresa: exposición especial sobre cerámica japonesa. La colección presentada, que se anuncia con el título de este post, versa sobre los 'Dogû', unas figurillas cerámicas de la cultura Jômon, de propósito incierto pero muy singulares. La cultura Jômon, recibe su nombre ('marcado con cuerda') de sus restos cerámicos, los cuales se caracterizan por tener una decoración que en principio se realiza mediante la impresión de cuerdas sobre la arcilla fresca. No será este un rasgo significativo, pues muchas otras culturas (en la península ibérica, por ejemplo), usaron una metodología similar; habrá que centrarses en la cronología y en estos extraños dogû, para percibir su peculiaridad.

En la colección se insiste en que la cerámica jômon es la más antigua, y lo cierto es que la cronología para esta cultura (12000 a 3000 a.n.e.) es lo suficientemente dilatada como para que sea plausible sugerir tal cosa... Yo particularmente tengo mis reservas, y esperaré a tener más datos antes de oponerme con el vigor de la refutación, así que de momento lo tomo como algo orientativo. Lo que sí es cierto, es que podríamos considerar a la cultura jômon como una de las que inventaron la alfarería, sin influencias externas.

Los dogû plantean una situación distinta. Estas figurillas, por lo general antropomorfas, no parecen tener una finalidad concreta, y se las ha encontrado apiladas junto a los hogares. Puede que fueran dioses domésticos (a la manera de los lares romanos) o figuras votivas, representaciones ancestrales, talismanes o amuletos, etc. Si conocieron una evolución en el plano estético, ¿qué nos hace pensar que no lo sufrieron también en el uso?


Los dogû se caracterizan por una esquematización y/o geometrización, que los convierte en figuras imposibles, y fuertemente enigmáticas. Me explicaré. La factura esquemática o geométrica en sí, no plantea ningún misterio, pero cuando a través de la simplificación se produce una riqueza en la composición y unas figuraciones poco corrientes, la mente se dispara intentando encontrar una posible correspondencia. El hecho de que alguna de las estatuillas parezcan astronautas favorece esa tendencia.


Así pues, los dogû unen una finalidad inconcreta a unas representaciones extrañas, dando lugar a uno de esos enigmas que tanto gustan al gran público. En Japón son una fuente de inspiración artística y protagonizan manga y anime, alimentando aún más esa tendencia a la especulación que ya existe en el imaginario popular japonés.






sábado, 29 de agosto de 2009

Japón o la cultura de la comida



Todos conocemos el sushi y el yakitori, los aficionados al manga y al anime (o sea, los frikis) conocen el raamen (sopa de fideos acompañada de huevo, carne, percado, surimi, etc.), el takoyaki (masa dulce cocida con un trozo de pulpo) y quizás el soba (fideos de trigo); y los que han profundizado quizás un poco más en la cultura nipona puede que hayan oído hablar del gyôza (suerte de empanadillas), del inefable nattô (masa de judías fermentadas de olor y sabor indescriptibles) o del shiruko (sémen de pez). Pero la cocina japonesa no se queda ahí, ni mucho menos. Es más, probablemente sea el aspecto de la cultura japonesa menos estudiado o atendido.


La comida en la cultura japonesa supone un elemento vertebrador del espacio y el tiempo, y de las relaciones sociales, atrayendo sobre sí además profundas connotaciones filosófico-religiosas de andar por casa; convirtiéndose así en algo que no se puede ignorar a la hora de estudiar la cultura nipona. Puede ser un elemento vertebrador del espacio, cuando platos o especialidades locales se convierten en productores de identidad y de referencia tanto dentro como fuera del espacio referenciado. Y me diréis: 'pues anda que no hay platos locales o regionales en España (por ejemplo), que los identifican interna y externamente'; y tendríais razón, pero existe un matiz importante a considerar. Tomemos el raamen (de origen chino) o a la hamburguesa (en este caso como aporte norteamericano), y observemos cómo la fórmula del éxito se extiende por toda la geografía nipona y da lugar a infinitud de variedades locales (sobre una base común), que en justa reciprocidad otorgan/reciben especificidad a/de la tradición gastronómica local un reconocimiento y una referencialidad destacables. Porque en Japón existen mapas, mapas gastonómicos.


¿Tanta diferencia ha de haber entre el takoyaki de la zona del Kantô con el de Ôsaka, como para que incluso los cantantes hablen de la especialidad 'osakeña' cuando la gira llega a esa ciudad? Lo importante no es pues la diferenciación (que ha de existir, aunque sea mínima, pues de lo contrario se anula el proceso de creación de identidad), sino la relevancia que adquiere como elemento de identificación interna y externa, y la presentación de una personalidad gastronómica particular. No es pura y simple gastronomía, es una cultura de la comida.


Pero la comida también vertebra el tiempo. No hay estación o festividad que no tenga asociadas unas comidas específicas. ¿Y bien? Me diréis ¿Acaso no ocurre lo mismo en España (por poner un ejemplo)? Cierto, pero igualmente existen matices. La cultura de la comida, que es capaz de crear mapas en base a la gastronomía, también lo es de sustentar platos o alimentos que no dependen del tiempo, sino que son ellos los que marcan dicha transición. Por supuesto, las estaciones no esperan a la vigencia de un alimento u otro, pero sin duda su llegada nunca será completa ni completamente coordinada con la 'estación cultural', a menos que se haga un despliegue adecuado del arsenal alimenticio tradicional. De la misma forma que el otoño no habrá llegado realmente hasta que el nashi (pera japonesa) reemplace a las uvas, el sanma (tipo de pescado) al tomate, y la calabaza y los champiñones matsutake cobren protagonismo.




Hay un tercer aspecto de corte socio-filosófico, el de la alimentación como vertebradora de las relaciones sociales, que merece nuestra atención. Los alimentos se convierten también en un elemento vertebrador de las relaciones sociales en Japón. Un mero ejemplo es el omiyage, que no significa sino souvenir, y que es un compromiso social adquirido de cierta importancia en la sociedad japonesa. Uno dificilmente puede salir de viaje sin recordar que ha de cumplimentar a sus vecinos o amigos con recuerdos, los cuales frecuentemente toman la forma de especialidades locales (frutas o verduras, mariscos, bebidas alcohólicas, etc.). Pero no es el único caso. Un marido frecuentemente traerá como obsequio a su esposa, quizás no flores o joyas, sino frutas y verduras, carnes o pescado, de alta calidad. Y más allá de eso, es frecuente que un factor importantísimo a tener en cuenta a la hora de encontrar pareja, sea la pericia culinaria o el buen apetito de la futura media naranja. Incluso en un ámbito como la escuela, la invasiva presencia de la comida es paradigmática y no sólo por las clases de cocina que se dan: el bentô (una suerte de fiambrera) cuya presentación y calidad gradúan las habilidades de la madre/novia en el terreno gastronómico es fundamental, como también lo es la comida en común y la posterior limpieza del aula por parte del alumnado.


En definitiva, Japón es un país obsesionado por la comida. Y si no me creéis daos un paseo por el blog de cualquier japonés, y os daréis cuenta de cuán importante es la comida en esa cultura.






miércoles, 26 de agosto de 2009

Esperando a 'The Big One' (2ª y última parte)

Esperar a 'The Big One' no es algo baladí, es la certeza de que un ominoso acontecimiento está por ocurrir, donde no sólo el inmobiliario se verá dañado, sino que se perderán miles de vidas. Los departamentos gubernamentales concernidos ya han apuntado que las probabilidades de que Tokyo sufra un terremoto de grado superior a 7 en la escala Richter, es de un 70%. De hecho, las estimaciones sobre los efectos de 'The Big One' en Tokyo, suponiéndolo de un 7'2 en dicha escala, hablan de alrededor de 7000 muertos y 160.000 heridos. Las mismas autoridades señalan que hay 1'6 millones de casas construidas con anterioridad a la imposición de la normativa de construcción con soluciones 'antiterremoto' en 1981, con el consiguiente riesgo.


Pero todas estas cifras (excepto la de los edificios) deben tomarse con cuidado, ya que la cantidad de muertos y heridos depende en gran medida de la hora en que suceda el terremoto en cuestión. En caso de producirse durante la noche o muy temprano (antes de salir hacia el trabajo a la escuela, como sucedió en el ‘Gran terremoto de Hanshin’ que devastó Kobe), las bajas podrían ser mucho más numerosas, ya que hay un mayor número de personas 'bajo techo' y en situaciones que desactivan la capacidad de apremio. Es por eso que son necesarios no sólo los cursos de instrucción sobre supervivencia, sino también que los hogares estén preparados para soportar la sacudida. Una solución cara, aunque a todas luces necesaria. En el mapa a la izquierda de estas líneas (extraído de kirainet.com), se muestra una gradación por colores que muestra el nivel de riesgo de catástrofe en caso de terremoto, siendo las áreas verde-azuladas las más seguras, y las rojas las más proclives al desastre. ¿No es lógico que sea en esas zonas donde la reforma de los edificios sea perentoria?


Ya hemos visto las consecuencias vitales y materiales del suceso, pero ¿qué consecuencias tendría 'The Big One' a nivel nacional e internacional? Además de la natural consternación y condolencia globales, no debemos desdeñar los efectos que sobre la economía mundial puede tener un terremoto de esas características. Debemos tener en cuenta que Japón es la segunda economía tras la estadounidense (y lo seguirá siendo hasta que China la sobrepase en pocos años), y que el corazón de esa potencia es prexisamente Tokyo. Algunos datos deben bastar para ilustrar la magnitud de la potencia económica de la región: en el área metropolitana de Tokyo hay más empresas que en España e Italia juntas; en Tokyo (prescinciendo del área metropolitana), hay más empresas tecnológicas que en Silicon Valley (especialmente concentradas en Shibuya); es la ciudad del mundo con mayor número de empresas incritas en el índice Fortune 500, 52 empresas por encima de las 27 de París o las 24 de Nueva York; sólo el área de Tokyo tiene un PIB similar al de España, etc.


Pensemos en los efectos que tendría un terremoto como el de 1923 sobre la economía japonesa. ¿Acaso no habría ninguna repercusión internacional teniendo en cuenta lo profundamente interrelacionada que está la economía global? En mi opinión, un 'The Big One' como el de 1923 que dejara muertos y enormes daños materiales, sería un duro golpe para todo el mundo, quizás comparable a la actual crisis financiera. Para Japón también sería dramático. El de 1923 aconteció siendo Japón un país emergente y dinámico, no obstante la situación es muy diferente a la de entonces: una de las ratios más elevadas de personas mayores a nivel mundial, baja natalidad, en deflación desde los años 90, desprestigio y alejamiento de la clase política... Se dan las condiciones para que Japón quede postrado por el peso de las circunstancias y a un lado del camino. No obstante, igual que creo que el terremoto sería desastroso en todos los sentidos, también confío en la capacidad de superación y en la cultura del trabajo japonesas. Caerse seis veces para levantarse siete.

Fuentes:

http://news.bbc.co.uk/2/hi/asia-pacific/3950315.stm
http://news.bbc.co.uk/2/hi/asia-pacific/3168422.stm
http://news.nationalgeographic.com/news/2005/07/0714_050714_tokyoquake.html
http://www.google.com/hostednews/afp/article/ALeqM5j8oDuFVeJPfihHKzIAXV5FIeOkxQ
http://www.latimes.com/news/nationworld/world/la-fg-japan-quake31-2009jul31,0,416361.story
http://www.kirainet.com/informe-de-riesgo-en-caso-de-terremoto/http://www.kirainet.com/economia-japonesa-parte-2/

martes, 25 de agosto de 2009

Esperando a 'The Big One' (Parte 1ª)


En su libro de relatos "after the quake" ("Tras el/Después del terremoto"), Haruki Murakami habla de una super rana que desciende al subsuelo tokiota para luchar contra un gusano gigante, el cual está a punto de provocar 'el gran terremoto'. El título del relato: "Superfrog saves Tokyo". El autor pasó gran parte de su infancia en Kobe, por lo que no debe extrañar que tras el gran terremoto que sufrió esa ciudad en 1995, se decidiera a publicar una serie de relatos que tienen en los temblores (especialmente en el catastrófico de Kobe) su leitmotif. Pero las ideas raramente surgen expontáneamente, y en el caso de "Superfrog..." se está haciendo referencia al 'Gran Terremoto' que se espera en Tokyo desde hace unas décadas.


Japón es un país de catástrofes naturales, donde los terremotos tienen un papel especialmente destacado. Se suceden unos mil temblores anuales, aunque no todos ellos son perceptibles por la población, lo que hace que la sociedad nipona esté hasta cierto punto acostumbrada a sufrir los terremotos y se prepare para ellos. De hecho, casi un millón de personas se reúnen anualmente para participar en los simulacros del Disaster Prevention Day ('Día de la prevención del desastre', puesto en marcha en 1960) que los servicios de seguridad realizan en Tokyo el 1 de Septiembre, conmemorando el 'Gran terremoto del Kantô' (関東大震災) de 1923 y recordando además a la ciudadanía la importancia de la preparación para sobrevivir en esas circunstancias.


Aproximadamente cada 70 años, un terremoto de alta magnitud se bate sobre el área de Kantô (関東) (región alrededor de Tokyo), con consecuencias devastadoras. Como ya ocurrió en el de 1855(de la era Ansei), el de 1923 arrasó la ciudad de Tokyo. Se estima que al menos 100.000 personas perecieron , y que alrededor de 570.000 hogares quedaron reducidos a escombros, en parte por la ola de incendios que siguió al temblor, dejando tras de sí cerca de dos millones de 'sin techo'. Si tenemos en cuenta que el terremoto fue precedido por un tifón (se estima que podrían estar relacionados), no puede sorprender el papel tan importante que juegan los desastres naturales en la cultura japonesa.



Si el último 'Gran terremoto del Kantô' fue en 1923, y se deja sentir cada 70 años aproximadamente, eso quiere decir que el próximo lleva 16 años de retraso, o lo que es lo mismo... es inminente. Japón es un país montañoso, de origen volcánico, donde lo verdaderamente extraño son las llanuras. La más grande de ellas, la del Kantô, reside sobre la confluencia de tres placas tectónicas, la Filipina, la Euro-Asiática y la Norteamericana; las tres son además subducidas por una cuarta placa, la del Pacífico, que tiene su falla a escasa distancia de la costa nipona. Es la actividad de esta última la que produce el grueso de los terremotos, y la que provoca los famosos tsunami.


Todo esto hace que el área del Kantô sea sumamente volátil, y que los efectos de 'The Big One' en una de las zonas más pobladas del planeta (12 millones de personas viven en un territorio de 2000 kilómetros cuadrados), se consideren demoledores. Más si cabe tras el descubrimiento por parte de científicos japoneses, de que la falla se encuentra más cercana a la superficie de lo que se había pensado hasta el momento (de los 26 kilómetros en la zona más profunda hasta los 4 en algunas zonas bajo la ciudad, frente a los 20 km de mínima y 40 de máxima que hasta entonces se había estimado).




viernes, 21 de agosto de 2009

Katakiuchi (敵討ち) - Venganza

Hace aproximadamente un mes que estoy absolutamente enganchado a la estética visual y la gramática de Kazuo Koike (小池 一夫) y Goseki Kojima (小島 剛夕), autores de obras como "Lobo solitario y cachorro", "Asa el ejecutor" o "Hanzô. El camino del asesino". Siempre he sido reacio a abandonar géneros que me han agradado con anterioridad, por eso mantenía mis márgenes estéticos dentro de las vaporosas y volubles formas que son moneda corriente en el manga actual. El estilo de estos autores, sin haberlo examinado con detenimiento, me parecía pesado y excesivamente denso... Prejuicios como los que puede tener cualquiera.


Pero "Lobo solitario y cachorro" fue un aldabonazo en mi sentido del gusto, que como es natural, se rindió ante la calidad de la obra. Y desde entonces pago el impuesto exigido por una pasión por el cómic, que creí desterrada. Dicha obra, completa en muchos aspectos, me abren distintas vías de reflexión, siendo la principal el sentido de la venganza.


Mucho se ha hablado del paralelismo entre "Lobo solitario..." y "Kill Bill", una de las pocas obras contemporáneas que tiene la venganza como asunto central, pero creo que sería injusto para ambas llevar demasiado lejos la contigüidad. En "Kill Bill" hay un perentorio deseo de venganza que se plasma directamente, sin cortapisas ni intermediarios; por contra, en "Lobo solitario..." Itto Ogami encuentra en la 'senda del asesino' la vía necesaria para limpiar el propio honor, el de la familia, y satisfacer una pulsión individual. La 'senda del asesino' será 'el camino del infierno', es decir, la única posibilidad de que alguien que tiene en contra toda la sociedad, pueda conseguir sus fines.


La venganza, o katakiuchi (敵討ち), es un lugar común en la literatura japonesa, quizás descafeinado en los últimos decenios, pero que no deja indiferente aún hoy a la sociedad nipona. Ejemplo vivo de ello es el éxito de una serie estructuralmente simple, como es "Jigoku Shôjo" (地獄少女, "La Niña del Infierno"). La protagonista de esta serie tiene como misión atender las peticiones de ciertas personas que reclaman sus servicios; ella se limita a llevarse al objeto de la ira/odio de sus clientes, al infierno, tras asegurarles que tras su muerte ellos acabarán en el mismo lugar.


El 'más allá' japonés no es un lugar fácil. Con un par de paraísos budistas, uno shintoísta, y una pléyade de infiernos que van desde una consideración laxa, cual Hades grecorromano, a uno más parecido al cristiano, saber a dónde van las almas de los fallecidos, no estarea fácil a ojos occidentales. Indudablemente el infierno concernido en esa serie ha de ser uno en el que se procura el sufrimiento. ¿Dónde radica el éxito de dicha serie? Probablemente en la pulsión subterránea de muchos individuos que sin duda empatizan con los clientes de la muchacha infernal. ¿Es eso producto de una contención sentimental exagerada en la cultura nipona? No me atreveré a confirmarlo, pero imagino que por ahí ha de estar la clave del asunto.



Tanto en "Lobo solitario..." como en "Jigoku Shôjo", se sustenta la idea de la elección vehemente de un camino (algo por otra parte muy presente en la cultura japonesa tradicional) que implica el sufrimiento y la penalidad, siempre como sacrificios necesarios para la obtención de un objetivo. Y es ahí donde se engarza la venganza como motivación principal, para que esa lamentable elección tenga sentido y esté priorizado sobre otros cursos de acción... Por supuesto, tanto las circunstancias conducentes a esa situación límite, como la justificación necesaria para la elección de ese 'camino del infierno', son innumerables y no trataré de ellas aquí (necesitaría un estudio transversal incluso); no obstante creo que es necesario no menospreciar el rencor y el sentimiento de venganza como un motor presente en la moderna sociedad japonesa.

jueves, 20 de agosto de 2009

Las montañas sagradas del Japón: 'El Monte Osore o las puertas del infierno'

Hace aproximadamente una semana que vengo dándole vueltas a una idea, a saber: escribir entradas sobre las montañas sagradas japonesas. No, no es que ya haya llegado el aburrimiento o intente sacar temas de donde sea (ya tendréis tiempo, cuando esté en Japón, de aguantar entradas chorras sobre bebidas curiosas o artilugios imposibles), sino que es un tema que me ha fascinado desde siempre. Mi alta curiosidad por la religión en Japón, y especialmente por el shintô, se vio recompensada hace unos años con el descubrimiento en un libro (a diferencia de los que se hacen en la red, aquellos dejan un duradero buen sabor de boca) de un mapa de las montañas sagradas del Japón durante la era Heian. No se si lo sabréis, pero en los santuarios shintô, se venera un objeto oculto a la vista de los visitantes, que se conoce como shintai (神体) o 'cuerpo del dios', que es donde reside la deidad; cómo no va a excitar mi imaginación y mi interés el que, en ocasiones, el shintai sea una montaña entera.

Pero, ¿qué criterio debía elegir a la hora de presentar estas montañas? ¿De mayor a menor importancia? Dudo que sea posible si exceptuamos el estatus superior del Monte Fuji, así que para evitar complejas e inútiles polémicas, me he decidido por un criterio geográfico: De norte a sur. Aunque decidido a cubrir las montañas sagradas del Japón antiguo únicamente, no descarto abordar las de los 'nuevos territorios' (Hokkaidô y Ryûkyû) en un futuro. Pero empecemos ya: El Monte Osore.




En el extremo norte de la isla de Honshu (本州), se encuentra la península de Shimokita, en la actual prefectura de Aomori. Prácticamente en el centro de esa península de peculiar forma, se haya el Monte Osore (恐山), cuya traducción, 'Monte del Miedo' o 'Monte del Terror', dan una idea aproximada de con qué se asocia; y es que se considera al Monte Osore como la 'entrada al infierno'. Incluso hay un riachuelo que desciende hacia el vecino lago Usori, que equivaldría al Río Sanzu, una suerte de Aqueronte nipón. Una reputación que se refuerza debido a la actividad volcánica del lugar, donde charcas hirvientes y vapores sulfúricos surgen por doquier, y el paisaje de escoriales pétreos dan una desoladora imagen del lugar. Frecuentemente bolsas de gases nocivos se desprenden, poniendo en riesgo a los visitantes, por eso se recomienda pasear sólo por las zonas acotadas, no saltarse las normas de seguridad y abandonar el lugar al menor síntoma de mareo.






El principal centro cultual del Monte Osore es el Bodaiji, un templo de la escuela budista Soto Zen, que preside y organiza la festividad del Itako Taisai. Dicho festival, que se celebra del 20 al 25 de Julio, tiene en el kuchiyose su principal actividad. El kuchiyose es un ritual por el cual las itako, mediums tradicionalmente ciegas, ponen en contacto a los fallecidos con sus familiares o simplemente transmiten mensajes del más allá. De hecho este ritual debe ser muy antiguo, pues ya en el Heike Monogatari (s. XIV) la norteña región de Mutsu era conocida por sus mediums.



Otro templo budista, el Entsuji, fundado en el siglo noveno, tiene como objeto consolar el alma de los niños no nacidos o muertos antes que sus padres, con la consiguiente abundancia de estatuas de mizukojizo (水子地蔵) y reforzando así la relación que dicho monte tiene con la muerte.



No sé vosotros, pero yo estoy deseando visitarlo.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Españoles en Japón

Ayer tuve la oportunidad de ver "Callejeros Viajeros. Tokyo" por segunda vez (la primera fue por el maravilloso Youtube), y me sorprendió la cantidad de situaciones en la que pueden encontrarse allí los españoles. Tantas que me dieron ganas de escribir este post... Así de aburrido estoy.

A ver, en serio, hay una clasificación primaria por ocupación: ¿trabajas o estudias? En función de una u otra, podemos atribuir una serie de características propias, que aunque no podemos aplicar de manera restrictiva (la casuística personal es infinita), si al menos de manera general. Los que trabajan tienen una visión de los japoneses quizás 'menos romántica', y aprecian virtudes pero dejan entrever defectos y problemas de convivencia. Los estudiantes, por el contrario, quizás también por estar en una dinámica de estudio e/o investigación, encuentran quizás menos oportunidades para compartir la cotidianeidad con los nipones. ¡Que no me pase a mí lo mismo!

Quizás la categoría 'trabajadores' sea demasiado elusiva para dar con el segmento que quiero precisar, por eso creo que hay una segunda clasificación, basada esta vez en la duración de la estancia, que está además determinada por la proyección de permanencia o no en el país, y las circunstancias concomitantes. Por un lado están los que llevan poco tiempo su estancia será breve (estudiantes y trabajadores con la intención de pasar sólo unos años en el Japón, adquiriendo así experiencia). Es un grupo heterogéneo, lo sé, pero quizás participen del denominador común del sesgo favorable hacia la cultura nipona.

El otro grupo es el de los residentes de larga duración, ya sea por trabajo o familia, que participan de la vida cotidiana japonesa y viven sus tensiones y pulsiones. Éstos, en mi modesta opinión, cuentan con una opinión más moderada, cuando no objetiva, de la realidad japonesa. En realidad las reacciones pueden oscilar entre la maravilla y el optimismo rampante (propio por ejemplo de personas que han formado recientemente una familia allí, y viven sus primeras experiencias), hasta una ecuanimidad sombría donde los detalles más escabrosos o peliagudos de la sociedad nipona no le son desconocidos ni les dejan indiferentes. Por supuesto no creo que sea un proceso tal que implique un enfriamiento con el transcurrir de los años, habrá casos y ejemplos de todo tipo... Pero en esto, como en cualquier cosa, a medida que la gente crece y madura, quizás es menos proclive a dejarse llevar por el júbilo y tiende a ser más prudente y objetiva.

Por supuesto son todos opiniones personales, sin un atisbo de celo científico, así que no os paséis demasiado despellejándome. Eso sí, después de ver el documental una segunda vez, surgen dudas perentorias... ¿porqué dice un cocinero que los japoneses desayunan sushi? ¿porqué no contó más cosas sobre su convivencia con los japoneses, la haafu madrileña? ¿es inevitable sacar siempre a los mismos frikis (cosplayers, rock'a'billies, gothic lolitas, etc.? ¿porqué salen personajes como 'el niño cagao', que ya tiene su propio grupo de gente que le odia en Facebook? Lo que me lleva a cuestionar la orientación del reportaje... No es exclusivo de "Callejeros", pero su caso es paradigmático: situación de la mujer/homosexualidad, comidas raras (véase también asquerosas), mendigos y/o drogas, tópicos, etc. Es decir, la misma 'mierda' de cada día (que me perdonen los pudorosos). Habrá que quedarse con los reportajes y documentales de la BBC. El único punto positivo es el detalle de la cafetería gatuna: nunca se ven bastantes criaturas peludas que usan su kawaiiness (¡¡toma invento!!, sustituible por 'kawaiicidad') para conseguir comida y cuidados intensivos con un mínimo de gasto emocional.



Y ahora os conmino: ¿Qué pensáis de las categorías de hispánicos especímenes en tierra nipona suprascritas? ¿Y de los reportajes chanchulleros?

martes, 18 de agosto de 2009

"Puerto de Naniwa..."

En el "Ise Monogatari", un pasaje dice así:

“Una vez un hombre tenía unas posesiones en la provincia de Settsu y fue a visitarlas en compañía de sus hermanos y amigos. Al llegar a Naniwa vieron la playa y las barcas. Nuestro hombre compuso:

Puerto de Naniwa,
Te vi esta mañana,
Y en tu caleta
Barcos que navegan
Con pena en el alma

Todos volvieron saboreando la soledad de este poema.”*

Este fin de semana no pude actualizar el blog porque me encontraba en El Portil, una pedanía de Punta Umbría, en Huelva. Al contemplar aquella playa rememoré ese poema, y me sentí como aquel hombre que entiende la soledad de la partida. He ido a Huelva porque necesitaba despedirme de las playas españolas. Las dejo aquí, pero atesoro los recuerdos que me han dejado. Sol, agua, salitre, algas, conchas, promesas de eternidad y de olvido, amigos, risas, bromas, ridículo, amor y ausencia de amor, más risas y soledad en compañía; cuando vaya a Japón me habré llevado todo esto de las playas de mi vida, y vaya donde vaya, estarán conmigo.

Hoy Naniwa es un distrito de Ôsaka (aunque otrora le diera nombre), populoso y urbano, así que dada la temática del post no me parecía estético incluir foto alguna. La belleza de aquella caleta se perdió, para dar lugar otro tipo de bellezas que aún me cuesta apreciar.


¿Cuáles son vuestras playas?



*("Cantares de Ise (Ise Monogatari)"; Ed. Hiperión, Colección Poesía; Madrid, 1988)

lunes, 17 de agosto de 2009

Dándole vueltas a Yasukuni

El pasado sábado fue el sexagésimo cuarto aniversario de la rendición japonesa en la Segunda Guerra Mundial. La efeméride ya está de manera natural cargada de actos conmemorativos y ceremonias solemnes, pero en lo que no había caído es que coincide aproximadamente con las fiestas de los difuntos japonesa, el Obon. Lo natural en estas fechas es por tanto rendir homenaje a los fallecidos y consolar sus almas en el más allá. ¿A alguien le sorprende que justo ahora el santuario de Yasukuni sea noticia?


Coincidiendo con el aniversario, los ex primeros ministros Junichiro Koizumi y Shinzo Abe, así como un contingente numeroso de ministros, parlamentarios y otras personalidades políticas ya retiradas, han acudido al santuario de Yasukuni a presentar sus respetos a los caídos en nombre del Emperador y del Japón. ¿Se debe entender en clave política o hemos de confiar simplemente en la humildad del acto? Lo cierto es que con unas elecciones a la Cámara Baja en menos de quince días, la decisión de presentarse en Yasukuni es cuando menos sorprendente, y más ante una manifestación convocada en protesta por dicha visita. No es que no sea habitual que cargos políticos visiten el santuario, con el escándalo consiguiente, pero hacerlo en unas fechas tan señaladas y en vísperas de un proceso electoral huele o a artimaña o a despedida.


Hablaré de la política japonesa en otro post, pero imaginad a un partido que gobierna durante cincuenta años casi de manera ininterrumpida, y que se halla en una situación de impopularidad sin precedentes, donde hasta los Estados Unidos empiezan a preguntarse por las líneas de política exterior del partido de la oposición... Es como para empezar a pensar que el cambio es inveitable. ¿Qué sucederá ahora? Tarô Aso, el actual primer ministro, no acudió al santuario, sino que lo hizo al Nippon Budokan Hall donde habló de remordimientos y de la voluntad inequívoca del Japón de no involucrarse en ninguna guerra. Mientras, los ministros que salían de Yasukuni hacían declaraciones en un tono similar, donde "la paz no es algo que exista naturalmente, sino que hay que construirla". ¿Son golpes de pecho ante una inminente derrota? ¿Cómo encaja esa actitud con la visita al polémico santuario shintô?


Quizás nos estemos equivocando de perspectiva. No se trata de lo que desde fuera podamos pensar, ni siquiera lo que la opinión pública japonesa pueda pensar. Aso no asistió porque sabe que es oro para los polemistas chinos y coreanos, pero los que sí lo hicieron actuaron como si fuera un deber personal. Ellos no son miembros de un partido, ellos son los miembros del estado japonés, su elección no estuvo determinada por el albur electoral, sino por un sentido de la responsabilidad. Cuando Seiko Noda, ministra del actual gabinete de Aso, contestó a la pregunta de si debería erigirse un nuevo monumento a los caídos (tal y como había propuesto el partido opositor) que 'era improbable que los muertos eligieran esa opción', hace un ejercicio de especulación en el que refleja su actitud hacia la sociedad, el estado y la historia, y además que la vinculación espiritual o 'religiosa', es más que evidente.


No es que vaya a quejarme de que haya personas que intenten empatizar con otras culturas (la gente que murió hace sesenta y cuatro años o más, participaban de una cultura diferente de la nuestra), pero no se puede negar que esa declaración demuestra una visión de las cosas, cuando menos, peculiar. Podemos empezar diciendo que observa una sociedad inmanente (representada por los muertos, cuya opinión estima), ideal, frente a la actual; ya que participa de la primera (especula con la opinión de los fallecidos y les da peso y decisión), entiende que debe imponerse sobre la segunda. La sociedad actual es subsidiaria de la inmanente, y para que no haya muchas divergencias está el estado como garante. El estado gobierna de manera trascendental, por eso es obligado el homenaje, se esté o no en el gobierno o en un cargo público, ya que es la vinculación necesaria con un pasado del que es, no continuación, sino encarnación. La responsabilidad para con lo inmanente no termina con un cese, una dimisión o una pérdida de elecciones, es simplemente eterna.


Este proceso no es exclusivo de Japón, sino que es probablemente universal. Pensad con cuidado en la significancia de cualquier ceremonia, y el poder legitimador que tienen. Pero la sorpresa está quizás en la implicación sentimental, que desoye el interés político y genera una polémica prescindible. Aunque siempre cabe la posibilidad de que intenten despertar el hálito nacionalista o que traten de aglutinar el voto conservador. En cualquier caso creo que esta paranoia mía hay que estudiarla con detenimiento.


Fuentes:
http://search.japantimes.co.jp/cgi-bin/nn20090816a1.html
http://www.yomiuri.co.jp/dy/national/20090816TDY01303.htm
http://mdn.mainichi.jp/mdnnews/news/20090815p2a00m0na013000c.html
http://search.japantimes.co.jp/cgi-bin/nn20090816a2.html

viernes, 14 de agosto de 2009

Yasukuni, el santuario de la discordia

Imagino que casi todos hemos oído hablar del santuario de Yasukuni (靖国神社). Es un santuario shintô, y fue escogido por el emperador Meiji para conmemorar a los caídos en la guerra de Boshin, que dio lugar a la Restauración Meiji. Desde entonces en él se venera a los caídos por el Emperador, especialmente en las guerras, y se estima que 2.466.000 de hombres y mujeres residen como kami en dicho santuario. Aquí hay que hacer algunas apreciaciones. Si bien el término kami se traduce normalmente como 'dios', lo cierto es que suele designar a un espíritu o fuerza espiritual de cierta consideración, más que la concepción occidental de 'dios'. La conversión de personas en kami no es nueva en absoluto, y es algo que se ha venido haciendo desde tiempos prehistóricos: un líder, un guerrero, un 'santo', un letrado de elevada erudición, todos ellos pueden llegar a convertirse en kami y ser venerados en un santuario (a veces por todo el país). Una concepción general tanto de la conversión en kami como de la misma muerte en Japón, es que los actos deshonrosos o malvados quedan normalmente borrados o limpiados. Más aún si se llevan a cabo las ceremonias de purificación de rigor. Hay que recordar que cuando un samurai deshonraba a su familia o a su clan, en función de la falta se le ofrecía la oportunidad del seppuku para limpiar su honor y el de su familia.


Si existe esa concepción, ¿cómo puede originar tanto revuelo la visita de un mandatario nipón al santuario de Yasukuni? Pues por la simple razón de que en dicho santuario se veneran las almas de catorce criminales de guerra. No obstante me permito hacer una diferenciación entre la crítica externa y la interna, a la hora de abordar el escándalo que origina este santuario.





Los primeros en estallar en críticas son el gobierno chino y sus homólogos coreanos, que aprovechan la más mínima circunstancia para echar en cara las atrocidades del imperialismo nipón. Lo habitual es que se quiera ver en la visita de un primer ministro japonés al santuario de Yasukuni un reavivamiento del sentimiento militarista que llevó al Japón a ocupar media China y a meterse en la Segunda Guerra Mundial. Un factor a considerar es que dicho santuario se ha convertido en fetiche de los grupos ultraderechistas y la yakuza, lo que ha podido ser tanto una causa como una consecuencia de las airadas protestas de los vecinos asiáticos. Lo cierto es que son muchas las razones para que los países antedichos fueran más comedidos, en virtud de violaciones de derechos humanos que se han producido en el pasado o se están produciendo en el presente... En el caso coreano, baste recordar la cruel dictadura militar en Corea del Sur y la ausencia de derechos laborales; por no mencionar el estado pseudo medieval represeivo que mata de hambre a millones de personas y que conocemos como Corea del Norte. En el caso de China, empezando por Tiananmen y la 'Revolución Cultural' y acabando en la represión de tibetanos y uigures, los crímenes son innumerables.


Esto no es un 'y tu más', porque es una actitud que no conduce a ninguna parte, pero además de valorar la honestidad de estos gobiernos a la hora de tratar el tema de los derechos humanos, la anterior reflexión conduce a la constatación de que detrás de las críticas, se esconde algo más que el escándalo de venerar a los millones caídos por Japón, aunque haya criminales de guerra (catorce) entre ellos. Hemos de suponer que además del 'revanchismo' (que existe, y en Europa facilitó el auge de los fascismos), hay motivos políticos, económicos y estratégicos detrás del permanente chantaje diplomático y emocional que se les hace a los japoneses (la disputa sobre las islas Senkaku (Diaoyu en chino) o sobre Takeshima (Dokdo en coreano), son un ejemplo).


La actitud en casa es diferente. Por supuesto no faltan voces de liberales dispuestos a achacar la asistencia a este santuario a una complicidad con los sectores más conservadores y nostálgicos del país, pero el grueso de las críticas van en otra dirección. Los santuarios shintô, así como cualquier cosa relacionada con el antiguo culto estatal al emperador, queda tras la ocupación estadounidense absolutamente desligada del estado japonés; de esta forma la mayor parte de las críticas procederán de aquellos que ven en las visitas de políticos al santuario, una ruptura de la separación entre estado y religión. A pesar de estas apreciaciones, lo cierto es que los visitantes de alto rango político a este santuario, se han cuidado mucho de realizar los rituales habituales y han enfocado más su visita al homenaje a los caídos (como en el caso de las ofrendas florales en occidente al 'soldado desconocido'). Una segunda crítica provendrá de aquellos que ven precisamente peligrar la imagen de Japón en el exterior; es decir, lo importante es mantener una imagen internacional impecable y no poner en riesgo las relaciones con los vecinos, antes que valorar el propio acto en sí.





No pretendo negar que existe una evidente vinculación entre el santuario de Yasukuni y la extrema derecha, lo cual, por cierto, se ha producido por haber gestionado mal desde un primer momento su carácter de memorial de guerra. Ya desde el principio el propio Emperador Hirohito se opuso a la inclusión como kami de los catorce criminales de guerra, y desde entonces ningún representante de la familia imperial ha pisado el santuario; a lo que hay que añadir el expreso deseo del actual Emperador Akihito de venerar a los caídos en algún lugar que no sea dicho santuario. Esta intención se ha visto recogida por el principal partido de la oposición, el PDJ (Partido Democrático del Japón), que ha incluido entre sus propuestas electorales la erección de un nuevo lugar en el que se puedan honrar a las víctimas sin connotaciones religiosas, ni de 'otro tipo'. Lo cual, en mi opinión, es lo mejor que puede pasar no sólo para acallar las protestas de chinos y coreanos, sino también para desactivar la asociación política que se hace de dicho santuario, permitiendo que cualquier persona presente sus respetos y venere a estos kami si religiosamente se siente inclinado a ello, y sin que tenga que verse cuestionado.


Y vosotros, ¿qué opináis?

jueves, 13 de agosto de 2009

Drogas y mundo del espectáculo en Japón

Los que han compartido conmigo clases de japonés, recordarán un texto que narraba cómo un padre se suicidó después de enterarse que su hijo había sido detenido por poseer cannabis... Ya sabéis, el padre tomó por el camino de en medio y evitó de esta forma la vergüenza, la presión social, el quedar marcado de por vida, etc. Sí, esas cosas suceden en Japón, aquí en España doy por supuesto que eso no sucedería. Y sí, también, quizás no fuera el texto más alegre del mundo para traducir, ¿pero cómo si no habríamos aprendido que jisatsu es suicidio? No obstante dejaré este tema, el del suicidio, para un monográfico posterior.



Sacar las drogas a colación no ha sido casual, ya que este mes los medios de comunicación japoneses han estado muy ocupados bombardeando a la población (terremotos y tifones mediante) con nuevas informaciones sobre los casos de Noriko Sakai y Manabu Oshio, y todas las especulaciones asociadas que son típicamente niponas. Noriko Sakai fue un idol en los 80 y los 90, que desde su 'retirada' apenas ha hecho otra cosa que publicidad, mientras que Manabu Oshio es un jóven actor; ¿qué tienen en común estos dos personajes? Pues además de pertenecer al mundo del espectáculo, ambos han sido detenidos por posesión de drogas. Nótese que digo posesión y no tráfico... Las noticias sobre famosetes drogatas molan más.



Tanto Sakai como Oshio han sido detenidos por posesión de éxtasis, droga lógica si tenemos en cuenta que puede fabricarse en el mismo país, sin necesidad de pasar por aduanas... Las drogas favoritas en Japón (que tiene índices de drogodependencia y de delitos relacionados por tal, absolutamente bajos) son los estimulantes sintéticos, suponiendo un 80%, siendo el resto copado por la marihuana y el opio, con un repunte del primero.



Pero esto solo es una cara del problema, la otra es la presencia de la droga en el mundo de la farándula, con lo que a pesar de su baja incidencia considerando el ámbito nacional, se convierte en un problema social. Y aquí hay dos vertientes a considerar: la presencia de extranjeros y la posición social de los cantantes/actores/modelos en Japón. La primera es demasiado tópica como para abundar semasiado en ella, baste decir que como mencioné en mi entrada sobre las prisiones japonesas, los extranjeros que van a la cárcel lo suelen hacer por drogas, bien porque provengan de países de presión laxa sobre sustancias blandas (véase España), o por puro tráfico de drogas; pero lo que me interesaría destacar es que esta Noriko Sakai lo primero que ha hecho tras ser detenida es decir que las drogas se las dió un extranjero... Típico y probablemente cierto, pero que vuelve a sacar a la luz la relación entre drogas y extranjería que tanto gusta a los medios de comunicació, y que reproducen el miedo al gaijin en una sociedad que realmente no necesita mucho para que esté 'asustada'.



Más interesante me parece la posición de la que gozan los 'famosetes' en Japón. Dejando a un lado que allí los famosos lo son por su labor 'artística' y no por simplemente acostarse con alguien, es de destacar que están en una posición que puede ser revocada de manera terminante. En Japón son muy conscientes de la influencia que tienen estos idol en el resto por la sociedad, por eso cualquier conducta de éstos que impliquen ilegalidades (y en ocasiones inmoralidades), les puede acarrear un ostracismo inmediato del medio en el que se han ganado la vida. Una caída enorme, un retorno a la oscuridad del anonimato que se puede dar en cualquier momento.



Noriko Sakai promocionaba el nuevo sistema de jurados, pues bien, todos los anuncios en los que aparecía han sido retirados y su contrato rescindido. Caso parecido al de Manabu Oshio, que ha visto su contrato con la agencia de talentos AVEX (la famosa agencia de talentos), cancelado por incumplimiento de contrato (donde imagino que estaba estipulado el no provocar escándalos). Casos que me traen a la memoria a Ai Kago (nombre desafortunado donde los haya), cantante del grupo adolescente en permanente renovación Morning Musume, la cual fue sorprendida por un paparazzi fumando siendo menor de edad, lo que le acarreó un castigo de un año entero en casa por parte de su agencia de talentos. Después de ese año volvió, con la intención de empezar desde cero, pero de nuevo fue sorprendida en situación de dudosa moralidad: cenando con un hombre veinte años mayor que ella, dueño de una cadena de love hotels y para más inri, fumando de nuevo. Todo ello le llevó al anonimato del que había salido. Caso bien distinto es el de una de sus compañeras en Morning Musume, Nozomi Tsuji, que tras quedarse embarazada siendo aún menor de edad, y ante el riesgo de ver su vida pública completamente destrozada, arregló un matrimonio exprés y pidió disculpas públicamente. Tsuji volvió a cantar en solitario, aunque con un éxito cuestionable.


¿Merecían tal castigo? No puedo ni imaginarme lo que pasaría en España, donde esas cosas sólo sirven para alimentar a esa hidra de múltiples cabezas que es la prensa del corazón. Incluso en países más exigentes con las cuestiones morales como el Reino Unido (no mucho más, es cierto), ya hemos visto que relacionarse con drogas incluso puede aumentar el caché de un artista o una modelo (véase el caso Kate Moss). Pero que nuestra dejadez no nos engañe, el que comete una falta pública, debe pagar públicamente; la idea de que los famosos son personas especiales a las cuales se les puede perdonar todo, es peligrosa en una sociedad que vive volcada sobre el mundo de la farándula y lo toma como referente en no pocas ocasiones. Cómo no considerar necesario un castigo ejemplarizante.


Por lo que a mi respecta: chapó a los japoneses por 'machacar al clavo que sobresale' (una nueva interpretación del viejo proverbio).


Y vosotros, ¿qué pensáis?

miércoles, 12 de agosto de 2009

¿Tienen los japoneses sentido del humor?

El sentido del humor es algo universal, hasta los habitantes de las regiones más salvajes del planeta como pueda ser la Amazonía, Brooklyn o Los Pájaros, lo tienen. Pero por supuesto, en cada lugar se manifiesta de una manera diferente, y no siempre comprensible desde el otro lado de la frontera cultural, que es la que suele marcar las diferencias. Teniendo en cuenta el título de este post, se diría que con esta declaración inicial me lo estoy cargando, pero quizás convenga leer un poco más.


Los japoneses tienen fama de serios, de secos, de no expresar emociones, de ser muy formales... ¿Acaso se ríen? ¿Es posible que tengan sentido del humor? Ya he dicho que todo el mundo tiene sentido del humor, así que no hay que alarmarse (si es que confiáis un poco en mí): los japoneses tienen sentido del humor. Eso si, bastante alejado de nuestro estándar. En occidente, lo normal es reirse del prójimo, es lo que se llama humor por la denostación... Nos reimos de ciertas conductas sexuales, de los genitales, de actos, cosas o personas 'sagradas', de los que ostentan el poder, de los menos favorecidos o capacitados, nos reímos de nuestros vecinos fronterizos o étnicos, etc. Se diría que no conocemos tabúes a la hora de bromear. Los polacos hacen chistes de los rusos, los suecos de los noruegos, los argentinos de los 'gallegos' y en España hacemos de los leperos el objeto de nuestras chanzas... Parece que no hay nada más natural que reirse del que está al otro lado, al que atribuímos un menos entendimiento y por tanto propenso a verse envuelto en situaciones ridículas.


Los japoneses en esto son diferentes. A falta de confirmarlo de primera mano, no desprecian por sistema a otros pueblos, y desde luego no tienen a ninguno en particular en su punto de vista humorístico. Ni siquiera las diferencias regionales suscitan bromas más allá de la rareza del acento. Y desde luego no hacen bromas con aquellos aspectos de la vida resueltamente serios: la familia, la orientación sexual, el poder, la religión... Entonces, ¿de qué se ríen?


Hacer burla de esos temas, inevitablemente hace caer sobre el burlador la ignominia de la vulgaridad y de la carencia del sentido de la propiedad. Parece que en Japón aún permanece esa contención victoriana que los pueblos occidentales hace mucho que dejamos atrás, cuando reírse de según qué cosas no solo era inapropiado y bajuno, sino también peligroso. Un factor también de cierta importancia a considerar, es que tradicionalmente los japoneses han sido educados en la discreción y en la mínima expresión de sus sentimientos. Así que los humoristas ocupan una ratio escasa en el conjunto de la población, pero una cosa es segura, el que se libera de sus 'ataduras' emocionales puede hacer fortuna. No sorprende por tanto que regiones tradicionalmente consideradas más abiertas, como el caso de Kansai, proporcionen el grueso de los humoristas nipones (el paralelismo de Kansai con Andalucía en España, llega hasta el mismo acento, que al igual que el andaluz es considerado 'gracioso' en el resto del país)


El humor en Japón es auto-despreciativo. Los japoneses se ríen de sí mismos, oscilando entre un abordaje pueril donde golpes, humillaciones y situaciones embarazosas son la nota dominante (véanse los ejemplos de 'Humor Amarillo', aka 'Takeshi's Castle', aka 'Takeshi no Shiro', y 'Crayon Shinchan'), hasta un fino humor donde se exponen las miserias cotidianas (como sería el caso de los cineastas Ôzu o Ibuse). Similar, no obstante, a los chistes de leperos en España, están los relacionados con la hilaridad que provoca en los nipones la 'catetez' de los pueblerinos cuando llegan a la gran ciudad (cercanos como están la mayoría de los japoneses a sus raíces rurales, la risa no es inocente)... Pero incluso en estos casos, lo trasladan a sí mismos cuando viajan al extranjero. Una broma recurrente es la de aquel japonés que se arriesgó a meterse en un bar neoyorquino, y tras conseguir que le sirvieran una cerveza después de repetir insistentemente biiru (del inglés beer), y confiado en su habilidad en la lengua inglesa, a la pregunta de si la quería Heineken respondió: 'No, soy de Chiba-ken'. Dado que ken es el sufijo que indica la prefectura (división administrativa del Japón actual, similar a las provincias españolas), el japonés había entendido que se le preguntaba por su procedencia, manifestando así su desconocimiento del idioma y retratándose como paleto.


Incluso en los programas más ácidos de televisión, las bromas suelen ser asépticas y estar más encaminadas a la pantomima y la exageración, que a hacer chistes 'sucios' o con doble sentido. Yo encuentro muy divertidos estos programas, pero no me cabe la menor duda de que echaré de menos el humor crudo y cruel que se suele encontrar en mi ciudad.


A disfrutar del día.

martes, 11 de agosto de 2009

La J-League, menos 'J' que nunca

Hace algunos años, unos compañeros de facultad apasionados por la cultura japonesa y yo, tomamos una iniciativa bastante peculiar. Mandamos un correo a un equipo de fútbol de la liga japonesa (de la segunda división en este caso), concretamente al Avispa Fukuoka, ofreciéndonos como futbolistas para dicho club. Un pulcro e-mail escrito en inglés (ya que nuestro nivel de japonés era insuficiente), en la que expresábamos nuestro deseo de jugar en la J-League (Japanese League de fútbol se entiende, aunque allí lo americanicen como sakkaa, de soccer) y abríamos la puerta a una posible sesión de pruebas en la que los técnicos del club pudieran testar nuestras habilidades.


Por supuesto, este derroche de arrojo se debe a que partíamos del prejuicio de que unos amateurs españoles debían ser mejores que los profesionales japoneses, y más en un equipo de categoría inferior... Y también un poco por pasar el rato y divertirnos con una tontería como esa. Por supuesto, no nos contestaron. Quizás tuvimos suerte porque después de ver un par de partidos de la J-League, no estoy muy seguro de que diéramos la talla... No es la Premier, ni el Calcio, ni la Liga, pero no son unos completos inútiles (algo que no estoy muy seguro que no fuéramos los remitentes de aquella carta).


El tiempo pasó, y uno de aquellos compañeros llegó a jugar en la liga universitaria japonesa, con una progresión que se vio frenada en seco por una lesión. Durante y después de la experiencia, nos contaba las peculiaridades del mundo del fútbol universitario en aquel país: los madrugones para entrenar, la inexistencia de días festivos o de descanso, la ignorancia y cerrazón ante ciertos planteamientos tácticos que se salieran de 'lo que manda el capitán', el sistema de senpai y kohai, las nomikai (reuniones para beber) de todo el equipo, los partidos en 'patatales' rurales, etc. Pero me llamó la atención que mencionara la creciente aistencia a los partidos, algo que confirmé observando las gradas llenas en los partidos televisados. Quizás las campañas como ésta del estadio Ajinomoto, sede del FC Tokyo y del Tokyo Verdy, tengan algo que ver, aunque quizás simplemente el fútbol esté viviendo una época dorada en Japón.


No hablaré sobre el calor de las gradas niponas, que algo que está fuera de mi alcance, pero sí comentaré algo sobre un aspecto curioso de la liga japonesa: Los nombres de los equipos.


En la liga española todos estamos acostumbrados a que parte de los nombres de los equipos estén en inglés, o que incluso el orden de los mismos lo sea. Es decir, no solo 'Racing' o 'Athletic', sino también Fútbol Club X o X Fútbol Club, en lugar de Club de Fútbol X y su su inversa. Esto es en cierto modo comprensible ya que el deporte del fútbol tal y como lo conocemos hoy día, es de origen británico, y la fundación de estos clubes se remonta a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando no existía tradición futbolera en España. E incluso en muchos casos las fundaciones se llevaron a cabo por británicos que residían en la península, lo que refuerza esta tendencia. Además, los nombres extranjeros hacían referencia a aspectos específicos del deporte que supuestamente se practicaba en el club en cuestión. Pero, ¿cuál puede ser el origen de los nombres extranjeros en la J-League?


Hay una gran diversidad cronológica en la formación de los clubes nipones, y la mayoría de ellos han pasado por numerosas transformaciones y fusiones, hasta el punto de que algunos son irreconocibles. Además, se ha introducido hasta cierto punto el sistema de franquicias, propio de los deportes norteamericanos, lo que dificulta aún más su seguimiento temporal. La gran parte de los clubes se formaron gracias a la filantropía de grandes empresas (Fujitsu, NTT, Mitsubishi, etc.), para competiciones de tipo amateur, por lo que dependían de ellas para su existencia y sufrían sus crisis; así que tendremos que esperar hasta 1992 para poder ver la aparición de una liga japonesa de equipos profesionales.


Quizás sea por motivos de marketing o por que resulte 'molón', pero la inmensa mayoría de los 36 equipos que conforman las dos divisiones de la J-League, tienen nombres extranjeros, sin que puedan aducirse fundaciones por foráneos o un completo desconocimiento del deporte en sí. Un ejemplo que refuerza la teoría de aplicar al nuevo fenómeno futbolero aspectos 'cool' de la cultura contemporánea, es que la mayoría de los clubes tengan escudos de rancia inspiración británica, y que los nombres apenas guarden relación con el deporte en sí.


De los 36 nombres, 28 tienen un origen no japonés (excluyendo componentes como Football Club o United, que me parecen hasta cierto punto naturales). Es decir, se componen del nombre de la sede del equipo (Tochigi, Chiba, Osaka, etc.) más un aditamento en lengua extranjera. Hay varias cosas que me llaman poderosamente la atención, y una de ella es que muchos nombres no sean anglosajones: 7, igual número a aquellos equipos cuyos nombres tienen componentes del español. Porque esto es lo que más me llama la atención, los nombres españoles. Supongo que ello se debe al hecho de que el fútbol hispano y especialmente la liga española, son referentes internacionales. Así tenemos no sólo al Avispa Fukuoka, sino también al Cerezo Osaka, Kashiwa Reysol, el Ômiya Ardija (de 'ardilla', la 'j' en japonés suena como la 'll' española), el Yokohama F. Marinos, el Júbilo Iwata (así, con tilde y todo) y por último el Consadole Sapporo (donde lo español sería la adición de 'ole'). Precisamente este club es un ejemplo de mescolanza entre japonés e idioma extranjero, buscando homófonos y dobles sentidos, que hacen que investigar el origen de los nombres sea una tarea divertida.

Un ejemplo es el Sanfrecce Hiroshima, donde san es de 'tres' en japonés y frecce de 'flechas' en italiano, y hace referencia a una anécdota de tiempos feudales (nipones). Otro caso curioso es el del Vissel Kobe, donde 'vissel' parece un compuesto inventado de dos palabras anglosajonas: victory ('victoria') y vessel ('navío'), o sea el 'barco de la victoria' que navega en el escudo del club. Pero donde llegamos al esperpento, es en el Shônan Bellmare, donde 'bellmare' es un compuesto imposible de dos palabras latinas, bellum y mare, donde la primera se entiende por bello y la segunda por mar. Bueno, no la pifian del todo, mare es mar, pero bellum es guerra... No se si en Japón servirán de mofa, quizás no, pero vamos: se lucieron.

Y con esto concluyo mi 'demostración' de que el marketing y el coolness fueron guía en la configuración de los nombres extranjeros de los clubes, antes que rasgos propios de las localidad (que se da en poquísimos casos). Pido disculpas por lo extenso: Prometo no torturar tanto en lo sucesivo.

lunes, 10 de agosto de 2009

Ser un 'haafu'... (2ª y última parte)

Ser un haafu en Japón no es fácil. A priori, y a tenor de la moda vigente, ser haafu es ser kakkoii (guay, 'cool') en el caso de los chicos o kawaii (mona) en el de las chicas, gozar de bastante popularidad y representar estereotipos de virilidad/deseo sexual o fortaleza física ampliamente envidiados e incluso quirúrgicamente perseguidos (arreglos de ojos y nariz por ejemplo). A la mínima habilidad que tenga el sujeto (y muchas veces sin tenerla), puede proyectarse artísticamente, pues estos 'especímenes' están altamente valorados en el mercado mediático nipón. Pero ellos nunca serán plenamente japoneses y siempre serán medio extranjeros. El haafu anónimo ha de soportar incesantes preguntas sobre su estatus (incluso por parte de perfectos extraños), sobre la procedencia de su 'disfuncionalidad' ("¿quién era gaijin, tu padre o tu madre?"), y un sinfín de situaciones que permanentemente le recuerdan su posición periférica dentro de la sociedad japonesa. En Japón, el haafu o es una celebridad, o siempre permanecerá a un lado cual exótica rara avis de vistoso plumaje pero sin ninguna utilidad aparente. Aún más, los haafu no hacen sino navegar en un océano de indefinición ante la imposibilidad de una total aceptación, que les produce un cuestionamiento existencial continuo y no pocos problemas de convivencia. Los haafu son vistosos, atractivos, pero definitivamente no son decisorios dentro de la sociedad japonesa.


El mismo deseo de homogeneidad (más que un mito es un desiderátum) hace que los mestizos (ainoko -間の子- o konketsuji -混血児-, ambos términos de cierto carácter despectivo, especialmente el primero) sean definitivamente considerados 'medio extranjeros', antes que 'medio japoneses', y consecuentemente apartados del núcleo sin llegar nunca a "formar parte del club". Los verás en la tele, pero no en mesas de administración, ni en cargos políticos: seguirán siendo 'mitad extranjeros'. Hasta hay un término para aquellos que son un cuarto extranjero, kuotaa, llevando la diferencia hasta una segunda generación. La no inclusión activa y participativa dentro de la sociedad japonesa conduce, irónicamente, a adoptar un mismo proceso de activación identitaria en torno a su condición de haafu, es decir, tienden a formar grupos donde la 'mitad extranjera' no es importante siempre y cuando se tenga. Ahí se sienten cómodos, pero sobre todo se sienten comprendidos, y recrean algo típico de la cultura japonesa de todos los tiempos: una sociedad dentro de la sociedad. Asimismo hay un movimiento (más entre los sectores políticamente correctos, que desde los mismos individuos afectados) que reivindica un término menos excluyente, daburu (del inglés 'double'), pero que inevitablemente sigue haciendo patente el carácter singular de su procedencia, y no una integración real. Pero lo más paradójico de todo, es que son comunmente 'envidiados' por los kikokushijo (帰国子女), japoneses 'de pura cepa' pero nacidos y criados en el extranjero que vuelven a Japón y, tras un período de 'cuarentena' social, son readmitidos en el seno del Dai Nippon. El motivo de dicha envidia es el estatus de relativa 'libertad' de la que gozan los haafu, debido a su posición periférica, mientras que ellos han de perderla ante la asunción de unas cargas sociales en las que no han sido criados.


Alguien dijo una vez que de ser un país occidental, Japón entero sería carne de psiquiátrico; yo no iré tan lejos, pero sin duda los conflictos identitarios entre todas estas tipologías de 'extranjería' entrañan unas presiones y una rigidez de marco social notables. Por mi parte, seguiré disfrutando de las payasadas de Becky, de la voz de Namie Amuro, de las artes amatorias de Maria Ozawa (desde un punto de vista fílmico, por supuesto), de la magia de Cyril Takayama, y de las proezas de tantos y tantos otros haafu que brillan en esa contelación que es la televisión japonesa. Y espero que vosotros también lo hagáis.


Fuentes:

http://www.japanaddicted.com/index.php?name=News&file=article&sid=3097

http://www.japantoday.com/category/commentary/view/half-and-haafu

http://www.peterpayne.net/2008/05/haafu-half-japanese-pinnacle-of.html

http://silentseas.wordpress.com/2006/07/19/the-life-of-haafu/

http://www.kreuzungsstelle.com/HAAFU%20or%20DABURU.html

http://buyo.blogspot.com/2005/09/being-haafu.html

domingo, 9 de agosto de 2009

Ser un 'haafu'... (1ª parte)

Últimamente vengo siguiendo las andanzas de una idol o tarento japonesa conocida como Becky, no por pura y simple atracción a ese mundillo (que por supuesto es digno de estudio), sino más bien por la insistencia de la persona más importante de mi vida. Y ahí me véis, calándome hasta los huesos con posturitas un tanto ñoñas, con tonos de voces infantiloides, con una versatilidad fuera de lo común (que es lo que de verdad diferencia a estos idol o tarento de sus homónimos occidentales, que suelen ceñirse a un solo ámbito farandular), en fin, con una multitud de rasgos que ni me va ni me vienen. Pero Becky tiene algo que llama mi atención, algo que nada tiene que ver con su belleza (cuestionable) o con sus dotes artísticas (asimismo cuestionables, salvo por la vis cómica): es una haafu.

Haafu viene del inglés half, es decir 'medio' o 'mitad', y en este contexto hemos de entenderlo como haafu gaijin, es decir 'medio extranjero'. O sea, que uno de los progenitores sea japonés y el otro de origen no japonés. Porque Becky, aunque japonesa de nacimiento y crianza, se llama Rebecca Eri Ray Vaughan debido a un padre presumiblemente galés, pero sin duda británico. O sea, que Becky no es completamente japonesa, o mejor, solo la mitad. Más significativo todavía es que la mitad que se subraya con el término haafu, es la parte foránea, la extraña. Esto, ya de por sí, arroja luz sobre ciertas consideraciones étnicas o raciales inmanentes a la actual sociedad japonesa.

Lo cierto es que en Japón las muchas veces delgadas líneas existentes entre conceptos como etnia, raza, cultura o ciudadanía, son obviadas. Esto no debería sorprender si se entiende el trasfondo cultural que teje la vida de los japoneses, donde no sólo existe un imponente historial de aislamientos autoimpuestos, sino una utilización masiva de términos como wa (和), 'armonía', que sirven para suscitar una idea de comunidad fuerte y unida, donde las diferencias son abolidas en pro del bien común; o la repetición constante del mito del Japón homogéneo, donde solo hay una raza, una cultura y una sociedad, que menosprecia (en la misma medida en que últimamente se sobrevalora) la existencia de minorías étnicas aborígenes como la de los Ainu o la de los habitantes de las islas Ryûkyû, así como de otras provenientes del continente (chinos y coreanos principalmente), y también grupos sociales marginales (burakumin).

No faltan motivos para que se estime como parcialmente verídico esta mitología de la unidad, pues en Japón existe una de las menores diferencias entre ricos y pobres tomando a los países desarrollados en conjunto, garantizando así una sociedad homogénea económicamente y con bajo nivel de conflicto social. Además, la tendencia a disolver identidades no acordes con las generales del grupo dominante ha llevado, en muchos casos, a la disolución de particularidades étnicas dentro del conjunto del grupo. Los ainu, por ejemplo, no desaparecen biológicamente hablando (es decir no son exterminados, al menos en la contemporaneidad), pero para introducirse en el engranaje de la vida moderna, deben 'borrar' su herencia y renunciar a esa parte de sí mismos. Los ainu no mueren, simplemente dejan de ser culturalmente ainu. Y lo mismo es aplicable a los demás casos mencionados anteriormente.

Pero ésto sólo es posible cuando existe un sustrato fenotípico (de rasgos) mongoloide, circunstancia de la cual están en principio excluidos los haafu. Llegados a este punto, debemos distinguir dos tipos de haafu, los que llevan a gala su 'condición' mediáticamente y le sacan provecho, y aquellos que viven en el anonimato y por tanto han de vivir como haafu anónimos. En primer lugar una aclaración, y es que la existencia de haafu chinos o coreanos en notable, pero quizás tengan más importancia numérica dentro de esa masa anónima que entre las celebrities (con excepción de casos flagrantes como Ayumi Lee) siempre que no puedan o no quieran adoptar una identidad plenamente japonesa tras varias generaciones. Por lo demás, los haafu famosos son normalmente de origen occidental.
(En un próximo post tendréis la conclusión del 'drama' de los haafu)

martes, 4 de agosto de 2009

El primer jurado en Japón



España tiene una corta experiencia en lo que concierne a jurados, y hasta donde tengo entendido cubre únicamente los delitos de asesinato. En Japón la experiencia es más novedosa aún, ya que estos días se está desarrollando el primer juicio con jurado desde 1943. El sistema jurídico japonés contaba con un jurado sobre bases limitadas entre 1928 y 1943, que la guerra y la posterior ocupación se encargaron se suprimir; no obstante era el único país del G-8 que no contaba aún con representación ciudadana en los juicios, y parece que ese ha sido uno de los motivos de su inclusión en el proceder jurídico nipón.


Este novedad se aplica en el juicio de Katsuyoshi Fujii de 72 años, acusado de asesinar a su vecina de ascendencia coreana Mun Chun Ja, de 66. El juicio, que se ha visto rodeado de una gran expectación, ha contado con kilométricas colas de personas deseosas de obtener uno de los 58 asientos que se sorteaban para asistir al evento. Tampoco ha faltado la polémica, por cuanto muchos de los convocados para la selección final del jurado, se mostraban renuentes a su participación por falta de conocimientos jurídicos y la alta responsabilidad que implica (recordemos que pueden aplicar hasta la pena de muerte), y también por las dudas de algunos juristas que temen que la necesaria simpleza en el lenguaje a utilizar sea difícil de alcanzar.


No obstante no faltan las primeras voces de apoyo a la inclusión del ciudadano medio en este tipo de casos, más si cabe cuando las resoluciones solo pueden alcanzarse mediante una mayoría condicionada. Esto significa que el jurado (de seis personas), ha de estar acompañado por tres juristas, y cualquier tipo de mayoría, ha de incluirse el voto a favor de al menos uno de ellos.


Un tema polémico como pocos, habida cuenta de que en los países anglosajones (pioneros en la aplicación de estas técnicas), se está poniendo en cuestión por los sesgos emocionales que invariablemente anidan dentro de los prejuicios del ciudadano de a pie.


¿Y vosotros qué pensáis del sistema de jurados? ¿Hay jurados en vuestro país?



(Foto de la cola para obtener un asiento como público. Fuente: PHOTO KYODO)

sábado, 1 de agosto de 2009

Kemari, el 'fútbol' japonés



Imagino que todo el mundo sabe que el fútbol, ese deporte que levanta pasiones, mueve millones y deja muertos todos los años, tiene un origen inglés. Sin embargo es mucho menos conocido que, en realidad, los deportes que implicaban golpear pelotas estaban muy generalizados en toda Europa; desde el phaininda griego y el harpastum romano, pasando por una multitud de deportes medievales que solían implicar pueblos enteros y que probablemente fueron el germen del fútbol moderno, pero fueron los ingleses los que lo racionalizaron poniendo reglas y estableciendo un terreno, creando una fórmula estándar de aplicación globlal que ha tenido un éxito genuino. Al fin y al cabo fueron los creadores del capitalismo moderno.


Pero lo que sin duda se desconoce es que, en ámbitos no estrictamente occidentales, los juegos de pelota han tenido una extensión menospreciada. Basta con referirse al Tsu Chu (蹴鞠) chino, o al Kemari (蹴鞠) japonés. Aunque la pronunciación difiere, si os fijáis, los ideogramas son los mismos, y vendrían a significar: "dar patadas" o "patear" y "pelota". Significativo, ¿verdad?
El Kemari comienza a ser referenciado sobre el siglo VI después de nuestra era (d.n.e.) y conoció su apogeo entre los siglos X y XVI; y aunque todo apunta a que fue introducido desde el continente durante el periodo Asuka (飛鳥), la disparidad de formas y usos del juego a ambos lados del estrecho de Tsushima, indican otro foco generador nativo (o al menos re-configurador). El Kemari se practica en un terreno de juego de unos 15 metros cuadrados (aunque la extensión varía según el número de jugadores), llamado kikutsubo, que está flanqueado por cuatro árboles (cerezo, arce, sauce y pino) representativos de cada estación. El número de practicantes puede oscilar entre seis y doce, aunque lo normal está entre seis y ocho. Estos jugadores (mariashi) han de pasarse la pelota (mari, hecha de piel de ciervo y rellena de serrín) de manera que no toque el suelo.



Hay muchos aspectos peculiares en este 'deporte'. A diferencia del Tsu Chu, el Kemari será en origen exclusivamente aristocrático (frente a la motivación militar del primero), formando parte de las diversiones cortesanas de la era Heian (平安) en adelante, aunque fue 'descendiendo' socialmente a medida que pasaban las centurias. Además, y a diferencia de la versión continental, tendrá una naturaleza 'no competitiva': el objetivo es pasar la pelota y que esta no toque el suelo, es decir, no hay ganadores ni perdedores. Esto no quita que en caso de ser un excelente jugador se obtuvieran gracias imperiales, pero nunca fue algo estipulado y menos aún cuando el juego se popularizó.


La decadencia se fue prolongando hasta su virtual desaparición, hasta el punto que el emperador Meiji fundó en 1903 una "Asociación para la conservación del Kemari". Tanto esta tentativa imperial, como el estado actual del fenómeno, podemos considerarlo como una patrimonialización de dicha tradición deportiva. Actualmente su desarrollo se relaciona con exhibiciones periódicas generalmente asociadas a templos y festivales particulares; la performance está definida por una imagen y un desarrollo concretos, con escaso espacio para la mutabilidad propia de una tradición, de ahí que la fosilización de los elementos formales (la indumentaria usada es el kariginu, un traje cortesano de la era Heian) y la misma práctica no sean sino una patrimonialización del fenómeno. Ahora bien, una patrimonialización con ánimo 'revivalista', donde se proyectan ciertos elementos vistosos o prestigiosos (como es la asociación específica con la era Heian, entendiendo que la práctica del Kemari se extendía más allá de esta etapa) como deseables desde un punto de vista estético.

Ahora bien, esto no desmerece la re-creación de la tradición del Kemari, como lo demuestra la vigencia del culto al dios Seidaimyojin (de este deporte) que genera festivales en importantes santuarios de Kyôto, hasta el punto de que se han convertido en centros de peregrinación para todos aquellos practicantes de algún deporte que impliquen esféricos, y que buscan un progreso en sus disciplinas. Sin duda, la práctica de Kemari en estos eventos es importante, pero siempre inserta en esa doble variable de exhibición (patrimonio) y culto (tradición) que lo convierten en un objeto de estudio interesante.


Bueno, hasta aquí llega el peñazo. Ahora a disfrutar!!

sábado, 18 de julio de 2009

Visitas obligadas 1 - Sengakuji

Prácticamente no se hace nada sin motivo. Más aún, cuando alguien tiene una pasión, un objetivo, un anhelo, lo normal es que se recree en aquellos objetos o situaciones que excitan esos sentimientos. Creo que llevo aproximadamente diez años deseando llegar a Japón, por lo que en todo este tiempo me he entretenido sobremanera en excitar ese deseo con diversas actividades. Una de ellas fue la indagación de un acontecimiento de la historia japonesa que siempre me ha animado a continuar la carrera en pos de mi sueño: la venganza de los cuarenta y siete leales rônin de la casa de Asano.

No voy a extenderme contando la historia (ya lo haré en otro post), baste decir que fueron un puñado de samurai que vengaron una afrenta sufrida por su señor, Asano Naganori, el cual además fue condenado a cometer seppuku (suicidio ritual) al tratar de limpiar su honor. Una historia que siempre me causó un gran impacto, y que en cierto modo considero como uno de los ángulos más pulidos del prisma japonés. Todos ellos, así como su señor, fueron enterrados en el templo de Sengaku-ji.



El templo de Sengaku-ji (泉岳寺) es budista (el ideograma [寺], 'ji', significa templo budista, y también puede ser pronunciado como 'tera', o 'dera'), concretamente de la escuela Soto Zen, y ser el reposo definitivo de aquellos valientes guerreros es su rasgo más sobresaliente. De no ser por esa 'anécdota', sería un templo budista más... Pero qué sería la vida sin anécdotas que la dotaran de sentido. Aquí va una 'paranoia': Cada elemento del universo encuentra su justo lugar en función del contexto en el que se inserta. ¿Acaso nosotros mismos no hacemos de nuestras vidas significativas merced a pequeñas hazañas diarias, que lo son porque nosotros las hacemos tales? ¿No puede suceder otro tanto con objetos o lugares? El Sengaku-ji es famoso por albergar las tumbas de los cuarenta y siete leales y su señor, como otro templo sería excepcional por su intrahistoria particular.

Lo primero que quiero vsisitar una vez que pose mis pies en tierra japonesa (después del Aeropuerto Internacional de Narita, por supuesto), es el Sengaku-ji y a sus ilustres huéspedes. Tengo que darles las gracias por animarme a cumplir mis sueños. Descansen en paz los cuarenta y siete leales de Akô.