sábado, 7 de enero de 2012

Lo que echaré de menos si tengo que volver a España - 1º Las calles.

Como el futuro es incierto y es imposible saber si podré continuar en Japón en los próximos meses, creo que ha llegado el momento de valorar aquellos aspectos de mi vida en Japón que, de volver, echaré mucho de menos.

1º.- Las calles: Nunca me han gustado las grandes ciudades, pero creo que con Tokyo he hecho una excepción. Me gusta el aspecto tranquilo y familiar de los barrios tokiotas. Perderme por el dédalo de callejuelas de típicas casas unifamiliares niponas, es uno de los placeres que echaré en falta. Los gatos, que cruzan rápidamente o se quedan vigilando esperando a que pases y les dejes la calle toda para ellos, son los reyezuelos de este mundo. Un mundo que se compone de entresijos verdes y oscuros, poblados de plantas feraces que desafían al cemento y de manidas herramientas esperando a ser útiles, y que es el resultado de la necesidad de construir los edificios con cierta separación para evitar el efecto domino en caso de terremoto.

Me gusta que la calle esté permanentemente invadida por macetas y que los niños no tengan reparos a la hora de dejar la pelota, el patinete u otros juguetes, abandonados en la calle, toda la noche, sin miedo a que se los roben. Igual que hacen los adultos con bicicletas, útiles de jardinería e incluso peceras. Me encanta la sorpresa que se esconde tras cada esquina, en forma de decoraciones estrafalarias, buzones pintorescos, plantas bellísimas y extrañas e incluso algún barreño en el que, para no perder las raíces, se planta simbólicamente el arroz.

Me entusiasma, asimismo, la variabilidad constructiva: pisos de lujo; apartamentos de medio pelo; casas unifamiliares de este siglo, del anterior, del otro incluso; casas decrépitas que sorprenden por mantenerse aún en pié y en las que encima vive gente, susceptibles de vencerse tras un terremoto pero que, milagrosamente, siguen incólumes (quizá alguna chapa más); casas de los 60 o 70, en las que ubicas una película de Ozu y que dejan la planta baja para los aparcamientos; etc. Y todas ellas juntas, a la limón, sin orden ni concierto. Un rosario urbano en permanente mutación, fluctuando de forma casi desapercibida. Y me sigue sorprendiendo encontrar lotes vacíos, descampados, limpios de todo desperdicio humano y separados quizá de la vía urbana por una simple cuerda.

Me encanta que sigan existiendo carteles de hace 30 o 40 años, conminando a los conductores a conducir con precaución porque podría haber niños jugando o que la ciudad es de todos y hay que mantenerla limpia, avejentados por las inclemencias pero respetados en su senectud. También es un placer toparte con un tablero de anuncios que, en mitad de la calle, te ofrece la actualidad del barrio y el distrito, así como aquellas noticias más relevantes que los vecinos hayan querido colgar; enterarte de esta forma de que el equipo femenino de fútbol del instituto más cercano ha ganado un campeonato regional, para orgullo de toda la comunidad, me hace sentir, incluso siendo extranjero y participar poco, un poco parte de ella y extrañamente conmovido. Adoro que cerca de las escuelas haya señales para los niños, en forma de azulejos con diversos motivos infantiles y educativos; o que la imagen de un mono comiéndose un plátano, en el suelo, me diga que me detenga en un paso a nivel.

Me encantan las calles japonesas, con todo lo que he dicho y mucho más. Me encantan porque no me da la sensación de haber salido de casa, de continuar hallándome en un lugar familiar y cómodo. Me encantan porque puedo recorrer en 20 metros varias décadas, y ser consciente del peso de la historia (así, en las minúsculas de la intra-historia). En definitiva, me encantan porque es una de las cosas que trasladaría a los suburbios de mi país sin dudar.

miércoles, 4 de enero de 2012

Kitsune Gyouretsu (狐の行列) en Oji, Kita-ku.



Si kitsune (狐) es zorro y gyouretsu (行列) es procesión, ¿un kitsune no gyouretsu es una procesión de zorros? Con matizaciones, es exactamente así. Si bien el culto a Inari está ampliamente por todo Japón (recordemos que Inari es el dios/a/es de la fertilidad, el arroz, la industria y los zorros, o sea de casi todo lo importante), su fuerza y presencia en Ôji (distrito de Kita en Tokyo) es especialmente intensa. Curiosamente el largo proceso de conversión desde su estatus de área de recreo en las postrimerías de la Era Edo, hasta el carácter suburbial que tiene el barrio en la actualidad, no ha borrado de la memoria colectiva las leyendas que situaban el conciliábulo anual de todos los zorros del Kantô en esta zona del extrarradio del núcleo duro tokiota (y que de manera soberbia representara Utagawa Hiroshige -歌川広重- y que podemos ver a continuación).


Sin embargo, esta procesión cuenta con sólo 20 años de vida, y podemos considerarla una reinterpretación en clave identitaria del folklore local, hasta el punto de hacer al zorro la mascota del distrito de Kita. Aunque la procesión comienza a las 0:00 del día 1 de enero, durante todo el día 31 de diciembre hay diferentes actos de cuentacuentos y maquillaje para los más pequeños. Por suerte, este año he tenido el placer de participar como observador del evento. La organización corre a cuenta de la asociación de comerciantes de Ôji y, como es normal en estos casos, la procesión fue de carácter festivo. Varios grupos de hombres, mujeres y niños (según las asociaciones participantes) disfrazados de distintas épocas históricas y maquillados a la sazón como zorros, cuando no portaban máscaras de tales, deambularon desde el santuario de Shôzoku Inari (装束稲荷) hasta el de Ôji Inari (王子稲荷). Acompañados de música hayashi (囃子), disfrutaban de la admiración de vecinos y visitantes. A su llegada a Ôji Inari, se hizo la correspondiente ceremonia de ofrenda al dios, dando paso a una danza shishi-mai (獅子舞,'danza del león').


El frío no deslució el evento y yo quedé maravillado con la alegría y el ambiente comunitario que se respiraba. Sinceramente, espero poder volver a Tokyo en estas fechas y empaparme de nuevo con esta tradición que, sin ser antigua, destila arraigo.


sábado, 25 de septiembre de 2010

Huertos urbanos.

Una vez que llegué a Japón, pocas fueron las cosas que me llamaron la atención vivamente. Puede que la cantidad de dorama, anime, manga y libros procesados hayan menguado la sensación de sorpresa, pero lo cierto es que salvo cierto extrañamiento, que considero lógico dado el cambio radical de ubicación, no ando por las calles señalándolo todo cual Chi (personaje de Chobits). Y menos después de 5 meses y pico.


Lo único que verdaderamente me llamó la atención en los primeros momentos, fue la existencia de huertos urbanos en el hiperpoblado Tokyo. No es que desconozca ese fenómeno, de hecho en mi ciudad de origen (Sevilla), es una iniciativa que cuanta ya con una larga trayectoria, y sin embargo no esperaba encontrarlo en Tokyo y menos en medio de un barrio. No creo que sea posible encontrarlos en el "núcleo duro urbano" de Tokyo (el cinturón que rodea a Chiyoda-ku), pero parece algo en absoluto extraño en las áreas residenciales más allá de las grandes estaciones.
Desconozco los sistemas de gestión que los rigen, pero creo que son una gran idea, a la par que una visión refrescante en medio de tanto asfalto.

lunes, 5 de abril de 2010

Ya estoy en Japón

Después de muchos avatares, por fín puedo decir que me encuentro en la tierra del sol naciente. Es pronto para detallar nada, o hacer sesudas entradas culturales, sobre todo porque aún me hallo en periodo de adaptación y no dispongo de mucho tiempo aún para hacer turismo o dedicarme a mis particulares filias. No obstante, en lo sucesivo intentaré hablar de mis primeras impresiones en este país al que tanto me ha costado llegar y que tanto deseaba visitar. Un abrazo a todos.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

"El poder de los Dogû: Figuras cerámicas del antiguo Japón"

Quisiera comenzar pidiendo disculpas; He dejado abandonado durante demasiado tiempo el blog, y si bien es cierto que ha habido circunstancias que pueden justificar semejante olvido, también es cierto que he dispuesto del tiempo suficiente como para actualizar, aunque fuera muy de vez en cuando. Además querría dar las gracias a todos aquellos que han seguido visitando la pagina, y muy especialmente a aquellos que se han preocupado por mi ausencia (mención especial a Fani, y sobre todo a J-pop).

Solventado este primer punto, y como dirían en mi casa: 'al lío'.

Durante mi expedición londinense, asalté el Museo Británico con ahínco, y entre las distintas colecciones me llevé una agradable sorpresa: exposición especial sobre cerámica japonesa. La colección presentada, que se anuncia con el título de este post, versa sobre los 'Dogû', unas figurillas cerámicas de la cultura Jômon, de propósito incierto pero muy singulares. La cultura Jômon, recibe su nombre ('marcado con cuerda') de sus restos cerámicos, los cuales se caracterizan por tener una decoración que en principio se realiza mediante la impresión de cuerdas sobre la arcilla fresca. No será este un rasgo significativo, pues muchas otras culturas (en la península ibérica, por ejemplo), usaron una metodología similar; habrá que centrarses en la cronología y en estos extraños dogû, para percibir su peculiaridad.

En la colección se insiste en que la cerámica jômon es la más antigua, y lo cierto es que la cronología para esta cultura (12000 a 3000 a.n.e.) es lo suficientemente dilatada como para que sea plausible sugerir tal cosa... Yo particularmente tengo mis reservas, y esperaré a tener más datos antes de oponerme con el vigor de la refutación, así que de momento lo tomo como algo orientativo. Lo que sí es cierto, es que podríamos considerar a la cultura jômon como una de las que inventaron la alfarería, sin influencias externas.

Los dogû plantean una situación distinta. Estas figurillas, por lo general antropomorfas, no parecen tener una finalidad concreta, y se las ha encontrado apiladas junto a los hogares. Puede que fueran dioses domésticos (a la manera de los lares romanos) o figuras votivas, representaciones ancestrales, talismanes o amuletos, etc. Si conocieron una evolución en el plano estético, ¿qué nos hace pensar que no lo sufrieron también en el uso?


Los dogû se caracterizan por una esquematización y/o geometrización, que los convierte en figuras imposibles, y fuertemente enigmáticas. Me explicaré. La factura esquemática o geométrica en sí, no plantea ningún misterio, pero cuando a través de la simplificación se produce una riqueza en la composición y unas figuraciones poco corrientes, la mente se dispara intentando encontrar una posible correspondencia. El hecho de que alguna de las estatuillas parezcan astronautas favorece esa tendencia.


Así pues, los dogû unen una finalidad inconcreta a unas representaciones extrañas, dando lugar a uno de esos enigmas que tanto gustan al gran público. En Japón son una fuente de inspiración artística y protagonizan manga y anime, alimentando aún más esa tendencia a la especulación que ya existe en el imaginario popular japonés.






sábado, 29 de agosto de 2009

Japón o la cultura de la comida



Todos conocemos el sushi y el yakitori, los aficionados al manga y al anime (o sea, los frikis) conocen el raamen (sopa de fideos acompañada de huevo, carne, percado, surimi, etc.), el takoyaki (masa dulce cocida con un trozo de pulpo) y quizás el soba (fideos de trigo); y los que han profundizado quizás un poco más en la cultura nipona puede que hayan oído hablar del gyôza (suerte de empanadillas), del inefable nattô (masa de judías fermentadas de olor y sabor indescriptibles) o del shiruko (sémen de pez). Pero la cocina japonesa no se queda ahí, ni mucho menos. Es más, probablemente sea el aspecto de la cultura japonesa menos estudiado o atendido.


La comida en la cultura japonesa supone un elemento vertebrador del espacio y el tiempo, y de las relaciones sociales, atrayendo sobre sí además profundas connotaciones filosófico-religiosas de andar por casa; convirtiéndose así en algo que no se puede ignorar a la hora de estudiar la cultura nipona. Puede ser un elemento vertebrador del espacio, cuando platos o especialidades locales se convierten en productores de identidad y de referencia tanto dentro como fuera del espacio referenciado. Y me diréis: 'pues anda que no hay platos locales o regionales en España (por ejemplo), que los identifican interna y externamente'; y tendríais razón, pero existe un matiz importante a considerar. Tomemos el raamen (de origen chino) o a la hamburguesa (en este caso como aporte norteamericano), y observemos cómo la fórmula del éxito se extiende por toda la geografía nipona y da lugar a infinitud de variedades locales (sobre una base común), que en justa reciprocidad otorgan/reciben especificidad a/de la tradición gastronómica local un reconocimiento y una referencialidad destacables. Porque en Japón existen mapas, mapas gastonómicos.


¿Tanta diferencia ha de haber entre el takoyaki de la zona del Kantô con el de Ôsaka, como para que incluso los cantantes hablen de la especialidad 'osakeña' cuando la gira llega a esa ciudad? Lo importante no es pues la diferenciación (que ha de existir, aunque sea mínima, pues de lo contrario se anula el proceso de creación de identidad), sino la relevancia que adquiere como elemento de identificación interna y externa, y la presentación de una personalidad gastronómica particular. No es pura y simple gastronomía, es una cultura de la comida.


Pero la comida también vertebra el tiempo. No hay estación o festividad que no tenga asociadas unas comidas específicas. ¿Y bien? Me diréis ¿Acaso no ocurre lo mismo en España (por poner un ejemplo)? Cierto, pero igualmente existen matices. La cultura de la comida, que es capaz de crear mapas en base a la gastronomía, también lo es de sustentar platos o alimentos que no dependen del tiempo, sino que son ellos los que marcan dicha transición. Por supuesto, las estaciones no esperan a la vigencia de un alimento u otro, pero sin duda su llegada nunca será completa ni completamente coordinada con la 'estación cultural', a menos que se haga un despliegue adecuado del arsenal alimenticio tradicional. De la misma forma que el otoño no habrá llegado realmente hasta que el nashi (pera japonesa) reemplace a las uvas, el sanma (tipo de pescado) al tomate, y la calabaza y los champiñones matsutake cobren protagonismo.




Hay un tercer aspecto de corte socio-filosófico, el de la alimentación como vertebradora de las relaciones sociales, que merece nuestra atención. Los alimentos se convierten también en un elemento vertebrador de las relaciones sociales en Japón. Un mero ejemplo es el omiyage, que no significa sino souvenir, y que es un compromiso social adquirido de cierta importancia en la sociedad japonesa. Uno dificilmente puede salir de viaje sin recordar que ha de cumplimentar a sus vecinos o amigos con recuerdos, los cuales frecuentemente toman la forma de especialidades locales (frutas o verduras, mariscos, bebidas alcohólicas, etc.). Pero no es el único caso. Un marido frecuentemente traerá como obsequio a su esposa, quizás no flores o joyas, sino frutas y verduras, carnes o pescado, de alta calidad. Y más allá de eso, es frecuente que un factor importantísimo a tener en cuenta a la hora de encontrar pareja, sea la pericia culinaria o el buen apetito de la futura media naranja. Incluso en un ámbito como la escuela, la invasiva presencia de la comida es paradigmática y no sólo por las clases de cocina que se dan: el bentô (una suerte de fiambrera) cuya presentación y calidad gradúan las habilidades de la madre/novia en el terreno gastronómico es fundamental, como también lo es la comida en común y la posterior limpieza del aula por parte del alumnado.


En definitiva, Japón es un país obsesionado por la comida. Y si no me creéis daos un paseo por el blog de cualquier japonés, y os daréis cuenta de cuán importante es la comida en esa cultura.






miércoles, 26 de agosto de 2009

Esperando a 'The Big One' (2ª y última parte)

Esperar a 'The Big One' no es algo baladí, es la certeza de que un ominoso acontecimiento está por ocurrir, donde no sólo el inmobiliario se verá dañado, sino que se perderán miles de vidas. Los departamentos gubernamentales concernidos ya han apuntado que las probabilidades de que Tokyo sufra un terremoto de grado superior a 7 en la escala Richter, es de un 70%. De hecho, las estimaciones sobre los efectos de 'The Big One' en Tokyo, suponiéndolo de un 7'2 en dicha escala, hablan de alrededor de 7000 muertos y 160.000 heridos. Las mismas autoridades señalan que hay 1'6 millones de casas construidas con anterioridad a la imposición de la normativa de construcción con soluciones 'antiterremoto' en 1981, con el consiguiente riesgo.


Pero todas estas cifras (excepto la de los edificios) deben tomarse con cuidado, ya que la cantidad de muertos y heridos depende en gran medida de la hora en que suceda el terremoto en cuestión. En caso de producirse durante la noche o muy temprano (antes de salir hacia el trabajo a la escuela, como sucedió en el ‘Gran terremoto de Hanshin’ que devastó Kobe), las bajas podrían ser mucho más numerosas, ya que hay un mayor número de personas 'bajo techo' y en situaciones que desactivan la capacidad de apremio. Es por eso que son necesarios no sólo los cursos de instrucción sobre supervivencia, sino también que los hogares estén preparados para soportar la sacudida. Una solución cara, aunque a todas luces necesaria. En el mapa a la izquierda de estas líneas (extraído de kirainet.com), se muestra una gradación por colores que muestra el nivel de riesgo de catástrofe en caso de terremoto, siendo las áreas verde-azuladas las más seguras, y las rojas las más proclives al desastre. ¿No es lógico que sea en esas zonas donde la reforma de los edificios sea perentoria?


Ya hemos visto las consecuencias vitales y materiales del suceso, pero ¿qué consecuencias tendría 'The Big One' a nivel nacional e internacional? Además de la natural consternación y condolencia globales, no debemos desdeñar los efectos que sobre la economía mundial puede tener un terremoto de esas características. Debemos tener en cuenta que Japón es la segunda economía tras la estadounidense (y lo seguirá siendo hasta que China la sobrepase en pocos años), y que el corazón de esa potencia es prexisamente Tokyo. Algunos datos deben bastar para ilustrar la magnitud de la potencia económica de la región: en el área metropolitana de Tokyo hay más empresas que en España e Italia juntas; en Tokyo (prescinciendo del área metropolitana), hay más empresas tecnológicas que en Silicon Valley (especialmente concentradas en Shibuya); es la ciudad del mundo con mayor número de empresas incritas en el índice Fortune 500, 52 empresas por encima de las 27 de París o las 24 de Nueva York; sólo el área de Tokyo tiene un PIB similar al de España, etc.


Pensemos en los efectos que tendría un terremoto como el de 1923 sobre la economía japonesa. ¿Acaso no habría ninguna repercusión internacional teniendo en cuenta lo profundamente interrelacionada que está la economía global? En mi opinión, un 'The Big One' como el de 1923 que dejara muertos y enormes daños materiales, sería un duro golpe para todo el mundo, quizás comparable a la actual crisis financiera. Para Japón también sería dramático. El de 1923 aconteció siendo Japón un país emergente y dinámico, no obstante la situación es muy diferente a la de entonces: una de las ratios más elevadas de personas mayores a nivel mundial, baja natalidad, en deflación desde los años 90, desprestigio y alejamiento de la clase política... Se dan las condiciones para que Japón quede postrado por el peso de las circunstancias y a un lado del camino. No obstante, igual que creo que el terremoto sería desastroso en todos los sentidos, también confío en la capacidad de superación y en la cultura del trabajo japonesas. Caerse seis veces para levantarse siete.

Fuentes:

http://news.bbc.co.uk/2/hi/asia-pacific/3950315.stm
http://news.bbc.co.uk/2/hi/asia-pacific/3168422.stm
http://news.nationalgeographic.com/news/2005/07/0714_050714_tokyoquake.html
http://www.google.com/hostednews/afp/article/ALeqM5j8oDuFVeJPfihHKzIAXV5FIeOkxQ
http://www.latimes.com/news/nationworld/world/la-fg-japan-quake31-2009jul31,0,416361.story
http://www.kirainet.com/informe-de-riesgo-en-caso-de-terremoto/http://www.kirainet.com/economia-japonesa-parte-2/

martes, 25 de agosto de 2009

Esperando a 'The Big One' (Parte 1ª)


En su libro de relatos "after the quake" ("Tras el/Después del terremoto"), Haruki Murakami habla de una super rana que desciende al subsuelo tokiota para luchar contra un gusano gigante, el cual está a punto de provocar 'el gran terremoto'. El título del relato: "Superfrog saves Tokyo". El autor pasó gran parte de su infancia en Kobe, por lo que no debe extrañar que tras el gran terremoto que sufrió esa ciudad en 1995, se decidiera a publicar una serie de relatos que tienen en los temblores (especialmente en el catastrófico de Kobe) su leitmotif. Pero las ideas raramente surgen expontáneamente, y en el caso de "Superfrog..." se está haciendo referencia al 'Gran Terremoto' que se espera en Tokyo desde hace unas décadas.


Japón es un país de catástrofes naturales, donde los terremotos tienen un papel especialmente destacado. Se suceden unos mil temblores anuales, aunque no todos ellos son perceptibles por la población, lo que hace que la sociedad nipona esté hasta cierto punto acostumbrada a sufrir los terremotos y se prepare para ellos. De hecho, casi un millón de personas se reúnen anualmente para participar en los simulacros del Disaster Prevention Day ('Día de la prevención del desastre', puesto en marcha en 1960) que los servicios de seguridad realizan en Tokyo el 1 de Septiembre, conmemorando el 'Gran terremoto del Kantô' (関東大震災) de 1923 y recordando además a la ciudadanía la importancia de la preparación para sobrevivir en esas circunstancias.


Aproximadamente cada 70 años, un terremoto de alta magnitud se bate sobre el área de Kantô (関東) (región alrededor de Tokyo), con consecuencias devastadoras. Como ya ocurrió en el de 1855(de la era Ansei), el de 1923 arrasó la ciudad de Tokyo. Se estima que al menos 100.000 personas perecieron , y que alrededor de 570.000 hogares quedaron reducidos a escombros, en parte por la ola de incendios que siguió al temblor, dejando tras de sí cerca de dos millones de 'sin techo'. Si tenemos en cuenta que el terremoto fue precedido por un tifón (se estima que podrían estar relacionados), no puede sorprender el papel tan importante que juegan los desastres naturales en la cultura japonesa.



Si el último 'Gran terremoto del Kantô' fue en 1923, y se deja sentir cada 70 años aproximadamente, eso quiere decir que el próximo lleva 16 años de retraso, o lo que es lo mismo... es inminente. Japón es un país montañoso, de origen volcánico, donde lo verdaderamente extraño son las llanuras. La más grande de ellas, la del Kantô, reside sobre la confluencia de tres placas tectónicas, la Filipina, la Euro-Asiática y la Norteamericana; las tres son además subducidas por una cuarta placa, la del Pacífico, que tiene su falla a escasa distancia de la costa nipona. Es la actividad de esta última la que produce el grueso de los terremotos, y la que provoca los famosos tsunami.


Todo esto hace que el área del Kantô sea sumamente volátil, y que los efectos de 'The Big One' en una de las zonas más pobladas del planeta (12 millones de personas viven en un territorio de 2000 kilómetros cuadrados), se consideren demoledores. Más si cabe tras el descubrimiento por parte de científicos japoneses, de que la falla se encuentra más cercana a la superficie de lo que se había pensado hasta el momento (de los 26 kilómetros en la zona más profunda hasta los 4 en algunas zonas bajo la ciudad, frente a los 20 km de mínima y 40 de máxima que hasta entonces se había estimado).




viernes, 21 de agosto de 2009

Katakiuchi (敵討ち) - Venganza

Hace aproximadamente un mes que estoy absolutamente enganchado a la estética visual y la gramática de Kazuo Koike (小池 一夫) y Goseki Kojima (小島 剛夕), autores de obras como "Lobo solitario y cachorro", "Asa el ejecutor" o "Hanzô. El camino del asesino". Siempre he sido reacio a abandonar géneros que me han agradado con anterioridad, por eso mantenía mis márgenes estéticos dentro de las vaporosas y volubles formas que son moneda corriente en el manga actual. El estilo de estos autores, sin haberlo examinado con detenimiento, me parecía pesado y excesivamente denso... Prejuicios como los que puede tener cualquiera.


Pero "Lobo solitario y cachorro" fue un aldabonazo en mi sentido del gusto, que como es natural, se rindió ante la calidad de la obra. Y desde entonces pago el impuesto exigido por una pasión por el cómic, que creí desterrada. Dicha obra, completa en muchos aspectos, me abren distintas vías de reflexión, siendo la principal el sentido de la venganza.


Mucho se ha hablado del paralelismo entre "Lobo solitario..." y "Kill Bill", una de las pocas obras contemporáneas que tiene la venganza como asunto central, pero creo que sería injusto para ambas llevar demasiado lejos la contigüidad. En "Kill Bill" hay un perentorio deseo de venganza que se plasma directamente, sin cortapisas ni intermediarios; por contra, en "Lobo solitario..." Itto Ogami encuentra en la 'senda del asesino' la vía necesaria para limpiar el propio honor, el de la familia, y satisfacer una pulsión individual. La 'senda del asesino' será 'el camino del infierno', es decir, la única posibilidad de que alguien que tiene en contra toda la sociedad, pueda conseguir sus fines.


La venganza, o katakiuchi (敵討ち), es un lugar común en la literatura japonesa, quizás descafeinado en los últimos decenios, pero que no deja indiferente aún hoy a la sociedad nipona. Ejemplo vivo de ello es el éxito de una serie estructuralmente simple, como es "Jigoku Shôjo" (地獄少女, "La Niña del Infierno"). La protagonista de esta serie tiene como misión atender las peticiones de ciertas personas que reclaman sus servicios; ella se limita a llevarse al objeto de la ira/odio de sus clientes, al infierno, tras asegurarles que tras su muerte ellos acabarán en el mismo lugar.


El 'más allá' japonés no es un lugar fácil. Con un par de paraísos budistas, uno shintoísta, y una pléyade de infiernos que van desde una consideración laxa, cual Hades grecorromano, a uno más parecido al cristiano, saber a dónde van las almas de los fallecidos, no estarea fácil a ojos occidentales. Indudablemente el infierno concernido en esa serie ha de ser uno en el que se procura el sufrimiento. ¿Dónde radica el éxito de dicha serie? Probablemente en la pulsión subterránea de muchos individuos que sin duda empatizan con los clientes de la muchacha infernal. ¿Es eso producto de una contención sentimental exagerada en la cultura nipona? No me atreveré a confirmarlo, pero imagino que por ahí ha de estar la clave del asunto.



Tanto en "Lobo solitario..." como en "Jigoku Shôjo", se sustenta la idea de la elección vehemente de un camino (algo por otra parte muy presente en la cultura japonesa tradicional) que implica el sufrimiento y la penalidad, siempre como sacrificios necesarios para la obtención de un objetivo. Y es ahí donde se engarza la venganza como motivación principal, para que esa lamentable elección tenga sentido y esté priorizado sobre otros cursos de acción... Por supuesto, tanto las circunstancias conducentes a esa situación límite, como la justificación necesaria para la elección de ese 'camino del infierno', son innumerables y no trataré de ellas aquí (necesitaría un estudio transversal incluso); no obstante creo que es necesario no menospreciar el rencor y el sentimiento de venganza como un motor presente en la moderna sociedad japonesa.

jueves, 20 de agosto de 2009

Las montañas sagradas del Japón: 'El Monte Osore o las puertas del infierno'

Hace aproximadamente una semana que vengo dándole vueltas a una idea, a saber: escribir entradas sobre las montañas sagradas japonesas. No, no es que ya haya llegado el aburrimiento o intente sacar temas de donde sea (ya tendréis tiempo, cuando esté en Japón, de aguantar entradas chorras sobre bebidas curiosas o artilugios imposibles), sino que es un tema que me ha fascinado desde siempre. Mi alta curiosidad por la religión en Japón, y especialmente por el shintô, se vio recompensada hace unos años con el descubrimiento en un libro (a diferencia de los que se hacen en la red, aquellos dejan un duradero buen sabor de boca) de un mapa de las montañas sagradas del Japón durante la era Heian. No se si lo sabréis, pero en los santuarios shintô, se venera un objeto oculto a la vista de los visitantes, que se conoce como shintai (神体) o 'cuerpo del dios', que es donde reside la deidad; cómo no va a excitar mi imaginación y mi interés el que, en ocasiones, el shintai sea una montaña entera.

Pero, ¿qué criterio debía elegir a la hora de presentar estas montañas? ¿De mayor a menor importancia? Dudo que sea posible si exceptuamos el estatus superior del Monte Fuji, así que para evitar complejas e inútiles polémicas, me he decidido por un criterio geográfico: De norte a sur. Aunque decidido a cubrir las montañas sagradas del Japón antiguo únicamente, no descarto abordar las de los 'nuevos territorios' (Hokkaidô y Ryûkyû) en un futuro. Pero empecemos ya: El Monte Osore.




En el extremo norte de la isla de Honshu (本州), se encuentra la península de Shimokita, en la actual prefectura de Aomori. Prácticamente en el centro de esa península de peculiar forma, se haya el Monte Osore (恐山), cuya traducción, 'Monte del Miedo' o 'Monte del Terror', dan una idea aproximada de con qué se asocia; y es que se considera al Monte Osore como la 'entrada al infierno'. Incluso hay un riachuelo que desciende hacia el vecino lago Usori, que equivaldría al Río Sanzu, una suerte de Aqueronte nipón. Una reputación que se refuerza debido a la actividad volcánica del lugar, donde charcas hirvientes y vapores sulfúricos surgen por doquier, y el paisaje de escoriales pétreos dan una desoladora imagen del lugar. Frecuentemente bolsas de gases nocivos se desprenden, poniendo en riesgo a los visitantes, por eso se recomienda pasear sólo por las zonas acotadas, no saltarse las normas de seguridad y abandonar el lugar al menor síntoma de mareo.






El principal centro cultual del Monte Osore es el Bodaiji, un templo de la escuela budista Soto Zen, que preside y organiza la festividad del Itako Taisai. Dicho festival, que se celebra del 20 al 25 de Julio, tiene en el kuchiyose su principal actividad. El kuchiyose es un ritual por el cual las itako, mediums tradicionalmente ciegas, ponen en contacto a los fallecidos con sus familiares o simplemente transmiten mensajes del más allá. De hecho este ritual debe ser muy antiguo, pues ya en el Heike Monogatari (s. XIV) la norteña región de Mutsu era conocida por sus mediums.



Otro templo budista, el Entsuji, fundado en el siglo noveno, tiene como objeto consolar el alma de los niños no nacidos o muertos antes que sus padres, con la consiguiente abundancia de estatuas de mizukojizo (水子地蔵) y reforzando así la relación que dicho monte tiene con la muerte.



No sé vosotros, pero yo estoy deseando visitarlo.