Coincidiendo con el aniversario, los ex primeros ministros Junichiro Koizumi y Shinzo Abe, así como un contingente numeroso de ministros, parlamentarios y otras personalidades políticas ya retiradas, han acudido al santuario de Yasukuni a presentar sus respetos a los caídos en nombre del Emperador y del Japón. ¿Se debe entender en clave política o hemos de confiar simplemente en la humildad del acto? Lo cierto es que con unas elecciones a la Cámara Baja en menos de quince días, la decisión de presentarse en Yasukuni es cuando menos sorprendente, y más ante una manifestación convocada en protesta por dicha visita. No es que no sea habitual que cargos políticos visiten el santuario, con el escándalo consiguiente, pero hacerlo en unas fechas tan señaladas y en vísperas de un proceso electoral huele o a artimaña o a despedida.
Hablaré de la política japonesa en otro post, pero imaginad a un partido que gobierna durante cincuenta años casi de manera ininterrumpida, y que se halla en una situación de impopularidad sin precedentes, donde hasta los Estados Unidos empiezan a preguntarse por las líneas de política exterior del partido de la oposición... Es como para empezar a pensar que el cambio es inveitable. ¿Qué sucederá ahora? Tarô Aso, el actual primer ministro, no acudió al santuario, sino que lo hizo al Nippon Budokan Hall donde habló de remordimientos y de la voluntad inequívoca del Japón de no involucrarse en ninguna guerra. Mientras, los ministros que salían de Yasukuni hacían declaraciones en un tono similar, donde "la paz no es algo que exista naturalmente, sino que hay que construirla". ¿Son golpes de pecho ante una inminente derrota? ¿Cómo encaja esa actitud con la visita al polémico santuario shintô?

No es que vaya a quejarme de que haya personas que intenten empatizar con otras culturas (la gente que murió hace sesenta y cuatro años o más, participaban de una cultura diferente de la nuestra), pero no se puede negar que esa declaración demuestra una visión de las cosas, cuando menos, peculiar. Podemos empezar diciendo que observa una sociedad inmanente (representada por los muertos, cuya opinión estima), ideal, frente a la actual; ya que participa de la primera (especula con la opinión de los fallecidos y les da peso y decisión), entiende que debe imponerse sobre la segunda. La sociedad actual es subsidiaria de la inmanente, y para que no haya muchas divergencias está el estado como garante. El estado gobierna de manera trascendental, por eso es obligado el homenaje, se esté o no en el gobierno o en un cargo público, ya que es la vinculación necesaria con un pasado del que es, no continuación, sino encarnación. La responsabilidad para con lo inmanente no termina con un cese, una dimisión o una pérdida de elecciones, es simplemente eterna.
Este proceso no es exclusivo de Japón, sino que es probablemente universal. Pensad con cuidado en la significancia de cualquier ceremonia, y el poder legitimador que tienen. Pero la sorpresa está quizás en la implicación sentimental, que desoye el interés político y genera una polémica prescindible. Aunque siempre cabe la posibilidad de que intenten despertar el hálito nacionalista o que traten de aglutinar el voto conservador. En cualquier caso creo que esta paranoia mía hay que estudiarla con detenimiento.
Fuentes:
http://search.japantimes.co.jp/cgi-bin/nn20090816a1.html
http://www.yomiuri.co.jp/dy/national/20090816TDY01303.htm
http://mdn.mainichi.jp/mdnnews/news/20090815p2a00m0na013000c.html
http://search.japantimes.co.jp/cgi-bin/nn20090816a2.html
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